En este sentido, el también Ministro de Políticas Públicas del Gobierno Nicaragüense, expresa que le sorprendería ver a los países desarrollados tomar las medidas “sobre su modelo de producción, consumo, finanzas y estilo de vida que son necesarias” para alcanzar la meta de 1.5 grados.
Al contrario, señala que el planteamiento de responsabilidad histórica que hace Nicaragua es mucho más efectivo, al ser objetivo, medible, verificable y transparente.
“Debemos medir, desde 1750, cuál es la contribución de cada país al cambio climático. También se pueden medir las contribuciones actuales y establecer un parámetro que tome en consideración las contribuciones tanto históricas como actuales y luego asigne cuotas a cada país con base en estas emisiones”, explica.
Cumbre no es un juego político
El delegado nicaragüense enfatiza en que los grandes emisores se han lucrado de la energía barata y de la contaminación del medio ambiente para lograr su desarrollo.
“Pueden tomar responsabilidad por reemplazar el CO2 (dióxido de carbono) y tratar de bajar el aumento de la temperatura. Además, las responsabilidades históricas pueden ser aplicadas a daños y pérdidas a través de indemnizaciones, que deberían ir de manera directa e incondicional hacia los países que sufren el cambio climático”, asegura.
Nicaragua también cuestiona el hecho de que la Cumbre parece estar siendo vista desde un aspecto político y no como un problema que afecta a la humanidad entera.
“Este es un problema de la humanidad, la Madre Tierra y todos nosotros. Entonces, ¿estamos tomándonos esto en serio o estamos haciendo juegos políticos? Esta no es una negociación sobre cuotas de café o cacao, sino sobre el clima de la Tierra”, señala.
INDC destinado al fracaso
Aunque más de 180 países han cumplido con presentar sus INDC, la delegación nicaragüense es firme en su postura y pronostica que con el transcurso del tiempo estos se terminarán dando cuenta que esta medida está destinada al fracaso.
“La posición que consideramos correcta es la de responsabilidades históricas y esperamos que cada vez más y más países comprendan que los INDC van a fallar”, manifiesta.
“Cuando comenzaron este proceso, no sabíamos que iba a fallar. Pensamos que no sería un fracaso porque la responsabilidad voluntaria no funciona. Si no funcionó, ¿vamos a seguir empecinados en esta ruta?”, se pregunta Oquist.
Trabajar en base a hechos actuales
Nicaragua señala que los cambios a realizar no pueden esperar ni irse acoplando a supuestos en cuanto a las condiciones políticas y económicas de futuro.
“Trabajemos sobre la base de hechos, ahora en el 2015. Esto es lo que debemos hacer”, hace hincapié.
“Odiaría pensar que el Acuerdo de París será recordado en el futuro como el acuerdo que nos condenó a un incremento de tres a cuatro grados (de recalentamiento) y sus consecuencias”, apunta.
“Un proceso que falla su objetivo por 100 por ciento o 50 por ciento no es un éxito. Decirlo solo porque pudo haber sido peor es como un “alegrón de burro”. Nosotros definimos la meta. Los países desarrollados definieron la meta de los dos grados y no la alcanzamos por un 100 por ciento. Estamos en tres grados y eso no es un éxito. Si luego aumentamos a 3,5 o cuatro grados y la meta flota de manera ascendente, entonces no solo no tendremos éxito sino que será un desastre”, reflexiona el jefe de la delegación nica.
En cuanto a hay países en desarrollo que están emitiendo grandes cantidades de gases de efecto invernadero, Oquist asegura que “quien sea responsable debe contribuir a la reducción de las emisiones y a la indemnización”
Oquist concluye con una reflexión que da una idea de las posiciones que parecen estarse imponiendo en COP21. “Esperamos que no muchos países regresen a casa para decirle a sus agricultores, su prensa y sus políticos: perdón, pero lo mejor que logramos en París son tres grados”.
Esta entrada fue modificada por última vez el 5 de diciembre de 2015 a las 11:39 AM