El supuesto propósito del sector farmacéutico no puede ser más noble: luchar contra la siempre temible enfermedad. Hasta ahí todo en orden.
Pero el discurso que dejan traslucir sus actividades habla más bien de lucro, de dominio, de poder.
La pandemia de covid-19 ha revelado aún más si cabe un modelo de negocio muy poco desinteresado que invita a repensar en qué manos hemos puesto nuestra salud y qué están dispuestas a hacer con ella las grandes farmacéuticas en nombre del sacrosanto beneficio.