El Premio Rey de España: no es más que un símbolo de la podredumbre de una monarquía, sin gloria, sin moral y sin futuro

Imagen Referencia / Portada de Stalin Magazine.

Por: Stalin Vladímir

En el vasto cementerio de los reconocimientos sin valor, el Premio Rey de España ocupa un nicho privilegiado. No es un premio al periodismo, ni mucho menos a la verdad, sino un sello de certificación para quienes han sabido cumplir su rol como lacayos del imperialismo mediático. Es el espaldarazo de la rancia aristocracia española a sus peones comunicacionales, los mismos que se han dedicado a la desestabilización de gobiernos legítimos, la siembra del caos y la fabricación de falsos relatos que perpetúan los intereses del poder global.

Pero no nos engañemos: ¿qué legitimidad puede tener un premio que lleva el nombre de una monarquía decadente, símbolo de un pasado criminal? La Corona Española no solo es heredera de siglos de saqueo, genocidio y esclavitud, sino que, en pleno siglo XXI, sigue aferrada a su papel de juez y parte en la manipulación de la opinión pública. Hablan de democracia mientras aplauden golpes de Estado. Premian la «libertad de prensa» cuando esta sirve a la agenda de los intereses neocoloniales. Son los mismos que jamás han pedido perdón por el exterminio de nuestros pueblos originarios, por el saqueo de nuestras riquezas, por los barcos llenos de oro y plata que robaron de América para llenar las arcas de la monarquía más parasitaria de la historia.

El Premio Rey de España no premia la excelencia ni la investigación profunda. Premia la obediencia. Año tras año, el patrón es el mismo: galardonan a los mismos medios y periodistas de la derecha, los mismos que han convertido el periodismo en una herramienta de desinformación y guerra psicológica. Aquellos que difunden mentiras sobre gobiernos progresistas, que incitan al desorden, que siembran el terror con titulares diseñados en oficinas de Washington y Europa.

Los nombres de los premiados casi no varían, porque este galardón no es un reconocimiento al talento, sino un carné de fidelidad a los intereses de Occidente. Es el equivalente periodístico de una medalla otorgada a los soldados mercenarios que han cumplido su misión de sabotaje. No es un premio, es una condecoración del crimen mediático.

El descrédito de estos premios no es un hecho aislado. España, ese país que alguna vez gobernó con puño de hierro gran parte de América Latina, hoy no es más que un títere dentro del tablero geopolítico. Su monarquía, incapaz de soltar las riendas de su pasado criminal, se aferra a sus últimos resquicios de influencia a través de reconocimientos como este. El Premio Rey de España no es más que una mala broma de la historia: un país que saqueó, asesinó y esclavizó a millones de nuestros antepasados hoy pretende dar lecciones de ética periodística.

Si España tuviera una mínima decencia, no estaría repartiendo premios de dudosa legitimidad, sino pidiendo perdón por siglos de genocidio y expolio. Pero no, en lugar de eso, sigue jugando su papel en el ajedrez de la manipulación mediática, seleccionando cuidadosamente a los ganadores de su “prestigiosopremio entre los que más han contribuido a la desestabilización de gobiernos soberanos.

Y, por supuesto, Nicaragua no es la excepción. Los periodistas y medios golpistas, vendidos, miserables, terroristas, arrodillados, que han servido de altavoz a la agenda imperial contra el gobierno legítimo de la compañera Rosario Murillo, el comandante Daniel y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) han sido generosamente premiados y aplaudidos. No por su labor periodística, sino por su papel en la maquinaria de golpe blando. El Premio Rey de España es, en realidad, un trofeo al servilismo, una paga simbólica por los servicios prestados en la guerra mediática contra los pueblos que se niegan a arrodillarse ante el neocolonialismo.

Mientras tanto, el pueblo nicaragüense sigue firme, resistiendo y desmantelando las mentiras que, año tras año, fabrican estos mercenarios de la información. Porque aquí la verdad no se compra con galardones europeos ni con titulares pagados. Aquí, la verdad la escribimos nosotros, con la dignidad de un pueblo que no olvida, que no perdona y que no se rinde.

El Premio Rey de España es tan desprestigiado como la monarquía que lo otorga. Es un símbolo de la decadencia de un imperio que alguna vez gobernó con sangre y terror, pero que hoy no es más que un actor irrelevante en el escenario mundial. No es un reconocimiento, es un insulto. No es un honor, es una burla. Y, como tal, debe ser denunciado, exhibido y, sobre todo, ignorado.

Los pueblos de América Latina no necesitamos premios vacíos. No necesitamos la aprobación de quienes nos masacraron y nos saquearon. Lo que necesitamos es justicia. Y si España quiere realmente contribuir a la historia, que deje de premiar a los traidores y comience a pagar su deuda con los pueblos que destruyó.

El Premio Rey de España no es más que un símbolo de la podredumbre de una monarquía sin gloria, sin moral y sin futuro. Es el eco rancio de un imperio que se desmoronó bajo el peso de sus propios crímenes, pero que aún pretende dictar cátedra desde su trono carcomido por la historia.

No nos engañemos: este galardón no honra el periodismo, lo prostituye. No premia la verdad, la silencia. No celebra la libertad de prensa, sino la servidumbre mediática. Cada estatuilla entregada es un pago simbólico por los servicios prestados a la desinformación, a la calumnia y al golpismo.

Pero la historia es implacable. Y así como la Corona Española cayó del pedestal de su falso esplendor, así también caerán estos premios huecos y los mercenarios de la prensa que los reciben. Porque los pueblos tienen memoria, porque los pueblos saben quién es quién, y porque ningún pergamino sellado con el escudo de un rey podrá borrar la verdad escrita con la sangre de los que resistieron.

Que se queden con su premio, con su farsa, con su decadencia. Nosotros, los pueblos libres de América Latina, nos quedamos con la dignidad, con la verdad y con la certeza de que jamás volveremos a ser colonia de nadie.

Esta entrada fue modificada por última vez el 20 de marzo de 2025 a las 3:19 PM