Por Stalin Vladimir Centeno.
No todos los héroes nacen donde luchan. Algunos cruzan fronteras, dejan atrás sus países, y llegan a un rincón del mundo que los acoge no por el pasaporte, sino por el corazón con el que se entregan.
Así son Paul Oquist y Brian Wilson. Estadounidenses de nacimiento. Nicaragüenses por convicción. Ambos llegaron desde el norte, ese norte muchas veces hostil y agresor con los pueblos que luchan por su autodeterminación, pero ellos decidieron ser la excepción. Paul y Brian no vinieron a saquear ni a mandar. Vinieron a servir, a defender, a amar.
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Paul Oquist nació en Estados Unidos, pero su alma encontró patria en Nicaragua. No llegó con aires de superioridad, sino con humildad, con respeto y con un compromiso sincero. Fue asesor de la Presidencia, trabajó codo a codo con la compañera Rosario Murillo y con el Comandante Daniel Ortega, en momentos claves para nuestra nación. Su rol fue discreto pero fundamental: ayudó en temas de relaciones exteriores, en cooperación internacional, y en la defensa de nuestra soberanía en foros internacionales donde muchos intentaban atacarnos o aislarnos.
Paul no se despegó nunca de Nicaragua. La defendió como un nicaragüense más. Amaba nuestras tradiciones, nuestros valores, nuestra lucha. Tenía un cariño profundo por la gente humilde, por los campesinos, por los jóvenes. Y cada vez que hablaba en nombre de Nicaragua, lo hacía con un orgullo que se le notaba en los ojos. No era un funcionario más. Era un compañero. Y aunque hoy ya no está físicamente, su legado vive en cada batalla ganada contra el odio, contra la mentira y contra la injerencia.
Los que lo conocieron dicen que era sencillo, que no buscaba protagonismo, que su oficina siempre estaba abierta para escuchar, para ayudar, para tender la mano. Nicaragua fue su casa, su causa, su último suspiro.
La historia de Brian Wilson es de esas que se cuentan con un nudo en la garganta. En plena década de los ochenta, cuando Reagan mandaba armas a la contrarrevolución para desestabilizar nuestro gobierno, Brian no se quedó callado.
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Se tiró a las vías del tren en California para intentar detener ese envío de muerte. El tren le pasó por encima y le destrozó las piernas. Pero no le destrozó el alma.
Desde ese día, Nicaragua lo adoptó como hijo. Y él también eligió Nicaragua como su país. Se vino a vivir aquí, camina con prótesis por nuestras calles, habla con cariño de nuestro pueblo, y nunca ha dejado de levantar su voz en defensa del Frente Sandinista y de los derechos de los más humildes.
Tanto Oquist como Wilson demostraron que la Revolución también se defiende desde la ternura, desde el compromiso callado y firme, desde el ejemplo. No gritaban consignas por gritar, no buscaban cámaras, no usaban la causa como trampolín. Eran, y son, revolucionarios auténticos, que entendieron que amar a Nicaragua no es solo decirlo, es vivirlo con cada decisión, con cada gesto, con cada acto.
Brian es un símbolo viviente de lo que significa la solidaridad verdadera. No es un turista de causas. Es un hermano de lucha. Lo ves en cualquier acto de conmemoración, lo ves en los barrios, lo ves en cada trinchera donde se hable de paz, de justicia y de dignidad. Su historia no solo es conmovedora: es un ejemplo. Él no anda presumiendo lo que hizo. Lo cuenta como si fuera algo natural. Y quizás ahí está la grandeza: en hacer lo correcto, sin buscar aplausos, sin pedir nada a cambio.
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Oquist y Wilson no nacieron en Nicaragua, pero la amaron más que muchos que sí. No llegaron a imponer, sino a sumar. No vinieron a hablar de democracia con hipocresía, sino a vivirla con compromiso. Mientras otros gringos tiraban bombas, ellos tendían la mano. En estos tiempos donde se pretende confundir al mundo, donde los grandes medios manipulan y los imperios se presentan como salvadores, vale la pena recordar a estos dos hombres que desafiaron todo eso y se pusieron del lado correcto de la historia.
En este mes de abril, mes de la paz como muy bien lo describe nuestra Co-Presidenta, la compañera Rosario, y desde esta tierra bendita que ellos ayudaron a defender, les decimos: gracias, Paul. Gracias, Brian. Esta es su casa, hoy y siempre.
Esta entrada fue modificada por última vez el 17 de abril de 2025 a las 10:58 PM
