Por: Becca Renk
«Yo tenía tres años cuando lo mataron», dice Xiomara Hernández. «Mi hermano pequeño, que está hoy aquí conmigo, es el bebé, sólo tenía seis meses».
Xiomara está de pie sobre una piedra arriba del río, mirando hacia el lugar donde su padre, Sergio Hernández, fue asesinado junto con el ingeniero estadounidense Benjamín Linder el 28 de abril de 1987. A otros cincuenta metros río abajo, Pablo Rosales fue asesinado de un disparo y una bayoneta en el corazón. Los tres fueron emboscados y asesinados por fuerzas de la Contrarrevolución – organizados y financiados por Estados Unidos – mientras medían la corriente para instalar un sistema hidroeléctrico para que la comunidad rural de San José de Bocay pudiera tener electricidad.
Hemos traído una pequeña delegación de la Casa Benjamín Linder en Managua para conmemorar el 37 aniversario de los asesinatos, uniéndonos a 200 personas de San José de Bocay en el acto.
Desde el hermoso estanque creado por el pequeño sistema hidroeléctrico que hoy en día brinda luz eléctrica a 2,000 familias, hemos subido por un sendero muy boscoso hasta el lugar donde mataron a los tres. Xiomara me cuenta que éste es sólo el segundo año que la familia de Sergio participa: durante muchos años nadie supo dónde estaban, y la familia de Pablo Rosales aún no ha sido localizada. Sin embargo, gracias a las redes sociales, fue encontrada la familia de Sergio y Xiomara siente que es importante estar aquí.
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«Es muy duro, ¿sabes?», dice. «Es doloroso estar aquí hoy, pero es importante recordar».
En 1987, Sergio y su familia eran refugiados de guerra, desplazados de su hogar más al norte por los ataques de la Contra. Durante un tiempo formaron parte de una cooperativa agrícola cerca de El Cuá, pero la cooperativa de El Cedro fue atacada por los Contras dos veces en tres años: mataron a 17 miembros y secuestraron a otros 9, quemaron las casas y mataron el ganado. Sergio y su mujer trasladaron a sus siete hijos a San José de Bocay, donde se ofreció voluntario para trabajar con Benjamín Linder en un proyecto para llevar la electricidad al pueblo.
Benjamín Linder era un activista por la paz e ingeniero de Portland, Oregón, que llegó a Nicaragua en 1983 para aportar sus conocimientos y su grano de arena a la Revolución Popular Sandinista. Era payaso y monociclista y trabajaba con los circos populares de Managua. Como ingeniero, Ben trabajó para llevar la electricidad a las zonas de guerra del norte de Nicaragua, donde las guerrillas de la contra atacaban los pueblos en la oscuridad: la electricidad los hacía más seguros.
Tras construir con éxito una central hidroeléctrica en El Cuá, Ben y sus compañeros empezaron a trabajar en una nueva central en San José de Bocay, cerca de la frontera con Honduras. Pablo Rosales era un joven agricultor que había sido secuestrado por los Contras el año anterior y obligado a luchar con ellos. Consiguió escapar y se llevó a su mujer y a sus cuatro hijos a la ciudad, donde vivían en una casa de plástico en el asentamiento de refugiados de San José de Bocay.
El 28 de abril de 1987, Sergio y Pablo fueron a trabajar con Benjamín junto con otros campesinos del asentamiento de refugiados. Sergio tomó la delantera mientras el pequeño grupo caminaba hasta el lugar de la construcción. Cuando Ben se sentó a escribir en su cuaderno, Sergio se quedó cerca y Pablo Rosales esperó río abajo.
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Froylán Jarquín fue uno de las primeras personas a llegar al lugar del asesinato ese día. «Yo formaba parte del Ministerio del Interior en aquel momento, trabajaba cerca y mi jefe me llamó para decirme: ‘Andáte para allá’. Cuando llegué al lugar, encontré a los tres muertos. Un grupo de la Contra vino aquí y los mató». Froylan señala la espesa arboleda donde los contras habían esperado para emboscar al grupo, vaciando 30 balas en el claro.
«Lanzaron una granada, cayó en la arena y disparó fragmentos por todas partes. Allí abajo es donde cayó Benjamín», dice Froylan, señalando una gran roca plana en el arroyo. «Y Sergio cayó allí a su lado. Pablo estaba 50 metros río abajo». Los Contra los esperaba ese día porque tuvieron orden de matar a Benjamín por el trabajo que hacía a favor del pueblo nicaragüense. Benjamín fue el primer norteamericano asesinado por la Contra, asesinado por el gobierno de su propio país de origen, Estados Unidos. Tras su muerte, su familia decidió enterrarlo en tierra Nica, en el cementerio de Matagalpa.
De vuelta al estanque, los alumnos de la escuela primaria Benjamín Linder y de otras escuelas cercanas bailan folklor, recitan una biografía de Benjamín Linder y celebran un concurso de dibujo. Nuestro grupo contribuye con canciones y un espectáculo de malabares, y todos rompen cuatro piñatas. La alegría de los niños es palpable; el espíritu de payaso juguetón de Benjamín está presente.
«El año pasado fue la primera vez que estuve aquí, y vine sola», dice Xiomara. «Pero este año, tres de los hijos de mi padre están aquí y muchos de sus nietos. Mi padre tiene ahora nietos, y nuestra familia sigue creciendo”.
Xiomara nos presenta a su hermana por videollamada, Isabel Hernández nos sonríe desde su hamaca en la Región Autónoma del Caribe Norte, y nos asegura que estará aquí el año que viene y llevará a sus hijos.
Después del acto, vamos a ver la central hidroeléctrica de la Asociación para el Desarrollo del Servicio Eléctrico de Bocay, APRODELBO. Esta organización se fundó para terminar el trabajo que Ben, Pablo y Sergio empezaron en la central hidroeléctrica y hoy sigue suministrando electricidad en la región.
Nos cuentan que esta misma semana acaban de terminar de instalar electricidad en 85 casas construidas por el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional para familias que viven en el Barrio Benjamín Linder. Las nuevas viviendas fueron construidas por INVUR y la municipalidad de San José de Bocay, y se entregaron gratuitamente a las familias con una cocina y tanque de gas. José Luis Olivas, jefe de la unidad de gestión medioambiental de APRODELBO, lleva a nuestro grupo hacia el norte de la ciudad para ver las nuevas casas al atardecer, justo cuando se encienden las luces de las casas amarillas, lilas y verdes.
Me maravillo ante el espectáculo, pensando que el proyecto es un digno homenaje al espíritu de Benjamín Linder: la alegría de las casas de colores, las familias más vulnerables atendidas, la energía renovable que proporciona electricidad, luz y seguridad. Sentimos que los espíritus de nuestros héroes y mártires, Ben, Pablo y Sergio, están ¡presentes, presentes, presentes!
Esta entrada fue modificada por última vez el 28 de abril de 2024 a las 7:11 PM