Por Winston Orrillo
Por si acaso no conocen la palabrita “inverecundo”: significa “desvergonzado”.
En efecto, así son los ataques que, cotidianamente, no solo la prensa de derecha o derechosa, propinan y publican en todos los canales a su alcance, sino que hay como una suerte de cargamontón contra la patria de Sandino y Rubén Darío.
Esto, a nuestro ojo perspicuo, le dice: “deben estarlo haciendo no solo bien, sino muy bien”.
Ya no son solo las diatribas contra las esclarecidas patrias de Fidel (“Primer Territorio Libre en América”; Hugo Chávez, el inigualable dirigente llanero, a quien, muerto él, dirigen las bazucas contra, el Presidente-Obrero, Nicolás Maduro, al que acusan de mil y un desaguisados que ponen a su patria como un mendicante mal ejemplo ecuménico; y el pueblo del boliviano-campesino, Evo Morales, que levantó a su país simplemente al cobrarle lo que debían las omnívoras trasnacionales; no, de vez en cuando, le dan sus toquecitos a la nueva Argentina y al querido México de López Obrador.)
Sin embargo, parece, pues, que estos incalificables se dicen: ahora le toca a la espléndida y paradigmática Nicaragua, “Nicaragüita” Sandinista, la tierra del inmenso creador literario, fundador del renovador movimiento de/para Nuestra América: el Modernismo: Rubén, el así llamado “divino” Rubén.
Esta Patria se levantó en armas, guiada por un grupo de jóvenes, y bajo, y tras la enseña del General de Hombres (y Mujeres) Libres, Augusto César Sandino: y luego de una lucha sin cuartel, expulsó del poder al sátrapa Anastasio Somoza Debayle, hijo putativo (no es mala palabra) ¿cómo no? del imperio yanqui.
Desde entonces, el sandinismo, con un breve intervalo, se dedicó a reconstruir la patria malherida: nueva educación, nueva cultura, nueva economía, todo lo que, obviamente, asimismo es un desafío para el imperio norteamericano, que ve -no sin estertores- cómo, una de sus excolonias empieza a ser ella misma: una nueva patria, un país paradigmático, lo cual, en sí, es un desafío para su vocación de gran colonizador.
La lucha sandinista contó con héroes impertérritos como, verbigracia, Carlos Fonseca Amador y Tomás Borge Martínez, a quien nuestra patria tuvo el honor de tener como Embajador (él abrió la sede diplomática que es, hoy en día, conducida por la Embajadora Marcela, y quien la ha seguido teniendo como una casa de todos los hombres progresistas de nuestro entrañable Perú).
Hogaño, Tomás discurre por el empíreo de los impertérritos libertadores del orbe entero.
Mientras tanto, no podemos, en silencio ni quietamente, contemplar el cargamontón que, ahíto de infamias, se endilga a la Patria de Sandino, a la que se le acusa de esto y aquello.
Lo cual nos dice que el querido Presidente Daniel Ortega y su compañera, la muy estimada poeta, Charo Murillo, deben estar poniendo en su sitio a los que añoran la vuelta al pasado somocista.
He allí, a ojo de buen cubero, el intríngulis de estos ataques, no sólo en las bazofias derechistas-bien rentadas por la CIA- sino incluso -lo repetimos- en diarios que, para otras noticias, son imparciales o, por lo menos, digamos, algo objetivos.
Todas estas diatribas contra la Patria de Darío y Sandino tienen el mismo saborcito de las que se redactan y expelen en USAID.