Por: Stalin Vladimir Centeno
Hace unos días, Jorge Ramos fue «echado a patadas» por los dueños de UNIVISIÓN, aunque públicamente este diga que se hizo por común acuerdo con los socios de esta cadena y ambas partes decidieran no renovar contrato. Lo cierto es que Ramos quería seguir atornillado en la silla de presentador de esa cadena hispana y, a su vez, seguir viajando por el mundo con gastos pagados, hospedándose en hoteles de cinco estrellas, recibiendo un salario casi como el de los Presidentes de EE.UU., gozando de un exorbitante viático, un séquito de aduladores cómplices que le hacían la cama para que Jorge Ramos ejecutara sus entrevistas que más bien parecían las peleas de gladiadores, efectuadas en el coliseo romano. Y claro está, él creyéndose el gladiador bueno que llega a vencer a los malos y ganarse así el aplauso del César que miraba el espectáculo desde la tribuna, aunque en su caso Ramos respondía a varios emperadores (los dueños de UNIVISIÓN).
A pesar de haber presentado 8,000 noticieros en la mencionada cadena, para la cual laboró por 40 años, su salida no fue ni pomposa ni digna. Ramos se despidió del público el pasado 13 de diciembre y los dueños no llegaron a saludarlo, felicitarlo, agradecerle por sus años entregados ni a desearle buena suerte. Con costo, le dieron dos minutos al aire para que pudiera despedirse. Los únicos que, por solidaridad y compañerismo, al ver que su final era humillante y que la puerta de atrás ya estaba abierta, solo esperando su salida, fueron hasta entonces los camarógrafos del estudio, las maquillistas, técnicos, control master, jefes de piso y el encargado del teleprompter, quienes se agruparon en el estudio y brevemente lo aplaudieron.
Ramos se creyó imprescindible, pero los dueños de ahora TelevisaUnivisión le demostraron que es descartable. Ya a sus 66 años, con una reputación por el suelo por ser más que periodista, un político de esos que se encuentran por montón a la vuelta de la esquina, además que Jorge Ramos se quedó estancado en la vieja escuela y no quiere aceptar que estamos en otros tiempos. Hoy es la era digital y él no encaja en la actualidad porque es un dinosaurio rex que habita en un tiempo demasiado dinámico que ya no es el suyo.
Por favor, dejemos el romanticismo a un lado y comencemos a llamar a las cosas por su nombre. Jorge Ramos es periodista, pero nunca hizo periodismo. Micrófono en mano, se dedicó a andar jodiendo, ofendiendo, injuriando, calumniando y faltándole el respeto a jefes de Estado, y no es casualidad, todos de izquierda. En 40 años que actuó como «sicario mediático» contratado por UNIVISIÓN, empresarios con claros intereses políticos, Ramos se encargaba de cumplir.
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Ya perdí la cuenta de cuántos gobernantes fueron manoseados por la infamia y las malintencionadas preguntas de este agitador mexicano que olvidó sus orígenes y hoy se cree «gringo caitudo», desde Fidel Castro, López Obrador, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa, entre tantos más. Ramos vivía en su propio mundo y se creía sus fantasías. Por ejemplo, quizás creyó que era Rocky Balboa y por ende que cada entrevista era un ring de boxeo, y que en cada entrevista debe haber un vencedor y un vencido.
En conclusión, a Jorge Ramos lo renunciaron de la televisión. Se va con las bolsas y sus cuentas bancarias llenas de dólares, es verdad, pero también sabe que ese es dinero sucio por destruir a lo largo de su carrera la reputación de líderes políticos cuyo único pecado fue hacerle bien a su pueblo y no dejarse intimidar por el imperio yanqui. Que si su carrera periodística debe ser tomada como ejemplo y una guía para la nueva juventud que elige esta profesión u oficio, yo recomiendo que no, porque el periodismo de Ramos es retorcido y aberrante. Con solo escucharlo afirmar que el periodismo debe ser oposición al poder y que debe desafiar al poder, me doy cuenta que este es un tipo que quisiera estar y ser un poder político y al no serlo, porque nadie votaría por él, entonces pretende destruirlo.
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Dejo claro que los periodistas no somos ni jueces para juzgar ni policías del mundo, tampoco somos Santos. A veces «la cola» de los periodistas es más larga de la que ostentan el poder y quizás los pecados de los periodistas ameritan el infierno, mientras que los pecados de los gobernantes, tal vez solo requieran una reprimenda.
Esta entrada fue modificada por última vez el 15 de diciembre de 2024 a las 10:17 PM