La manera cómo envejecemos solo depende en un 20% de la genética. El otro 80% está condicionado por otros factores, entre ellos lo que comemos.
La forma en que la persona se alimenta influye decisivamente en la edad del organismo. La piel refleja el estado general de salud del cuerpo y hasta qué punto se sigue una dieta sana.
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Cuando nuestra rutina alimenticia cambia por una dieta hipercalórica, la respuesta fisiológica no es la misma, y algunos órganos o tejidos son más sensibles al estrés metabólico. En estas condiciones, la grasa normal que nos hace subir de peso, es el órgano más vulnerable a los cambios metabólicos relacionados con la obesidad.
Este descubrimiento muestra que cuando el estrés fisiológico excede la capacidad de respuesta del tejido adiposo blanco, alcanza un punto de no retorno al perder su plasticidad metabólica.
Esta vulnerabilidad se manifiesta en la magnitud de las alteraciones metabólicas y en la mala respuesta del tejido cuando los individuos pierden peso a través de cambios en el estilo de vida y vuelven a la salud del sistema.
Este nuevo estudio, realizado en animales jóvenes, refuerza la hipótesis de que la ingesta calórica excesiva acelera la pérdida de plasticidad metabólica y promueve un cierto estado de envejecimiento prematuro del tejido adiposo: varias de las afecciones observadas en animales obesos reproducen muchos de estos signos de envejecimiento.
Estar gordito y tener metabolismo complicado
Tener unas libras de más siempre genera cambios importantes en la fisiología y el metabolismo. Muchos de los cambios que podemos describir en las personas obesas pueden considerarse meras adaptaciones fisiológicas al estrés por una ingesta calórica excesiva.
Pero ¿hasta qué punto podemos hacer una crónica de esta ingesta excesiva? ¿Cuál es el límite para seguir estresando nuestro cuerpo? Estas fueron las preguntas que los científicos se hicieron al iniciar esta nueva investigación.
“No es una tarea fácil definir estos límites, y este es uno de los principales retos en los estudios sobre obesidad y biología en general”, señalan Pablo García-Roves y Pau Gama-Pérez de la Universidad de Barcelona (España). “Exceder estos límites adaptativos puede ser el desencadenante de todas las comorbilidades asociadas con la obesidad, que son de gran preocupación para la salud pública”.
Una de las principales funciones del tejido adiposo es almacenar grasa y regular el exceso de calorías. “Si esta grasa se almacenara en otros órganos, las consecuencias serían mucho más contraproducentes para la salud. Las células del tejido adiposo aumentan de tamaño, se multiplican y se comunican entre sí para informar sobre el estrés que enfrentan. La hipoxia y la inflamación, por ejemplo, son signos indispensables para que tus células actúen de forma coordinada, almacenen el exceso de grasa e informen al cerebro de que las reservas de energía están completas”, explicó Gama-Pérez.
Sin embargo, cuando estos signos son ineficaces y el exceso calórico se vuelve crónico, como ocurre en la obesidad, pueden producirse problemas metabólicos y muchos elementos celulares dejan de funcionar correctamente.
Lo que comemos y el envejecimiento
La mayoría de los procesos que ocurren durante el envejecimiento o que provocan enfermedades degenerativas se deben a la oxidación de moléculas importantes, como el ADN, los lípidos o las proteínas, por la acción de los radicales libres.
Los alimentos más ricos en antioxidantes son las frutas y verduras. Y está demostrado que quienes siguen una dieta rica en vegetales protegen su salud y mejoran su aspecto físico.
Esta entrada fue modificada por última vez el 9 de agosto de 2022 a las 2:15 PM