El fracaso de la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, en sus anhelos de alcanzar la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), es un triunfo de la cordura. Pero también es un triunfo para Nicaragua y los nicaragüenses. La exmandataria no ha corrido muy largo, en las dos oportunidades que ha querido acariciar la silla de la máxima entidad financiera interamericana ha tenido que abortar estrepitosamente.
En 2020 todo parecía acomodado a su favor. Muchos la perfilaban como la favorita. El gobierno tico del entonces presidente Carlos Alvarado apoyó su nominación y el respaldo de EEUU la señora chinchilla lo venía trabajando a base de vociferar lo suficiente en contra de Nicaragua y Venezuela. Sin embargo, alguien dijo, mal paga el diablo a quien bien le sirve. Fue el propio presidente de EEUU, Donald Trump quien soltó la pedrada que la dejó con el rabo entre las piernas.
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Trump anunció la candidatura de uno de los suyos, el cubano-estadounidense Mauricio Claver-Carone. Las críticas, porque Trump rompía así con una tradición ininterrumpida hasta ese momento desde la fundación del BID, según la cual la presidencia del organismo es un cargo que debería recaer en un latinoamericano, no fue estorbo para que Claver-Carone resultara electo. Chinchilla no esperó y retiró su candidatura antes de la votación.
Tras la caída de Mauricio Claver-Carone en septiembre de este año, por un lío de faldas no acorde con las políticas del banco o porque cambiaron los intereses norteamericanos que lo pusieron ahí, otra vez la presidencia del BID quedaba vacante y doña Laura otra vez se vistió para la ocasión. Para lograr la nominación la ex mandataria debía superar un primer obstáculo. Obtener el respaldo del presidente Rodrigo Chávez suponía agachar la cabeza y degustar sus propias palabras. No hace mucho, en plena campaña por la presidencia de Costa Rica, cuando Chávez disputaba la segunda vuelta electoral contra el expresidente José María Figueres, la señora chinchilla no desperdiciaba micrófono en contra del hoy presidente tico.
“Crean en lo que ya se ha hecho y no en vaguedades, en actos de fe (…) y no crean en actitudes defensivas, cuando ha sido más que evidente el desprecio de algunos que quieren dirigir este país por la mujer porque la han irrespetado y han sido sancionados por eso”, decía chinchilla. La indirecta iba bien directa a Rodrigo Chaves, quien tuvo que enfrentar cuestionamientos por conducta inapropiada supuestamente con mujeres subalternas cuando fue funcionario del Banco Mundial.
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Ahora el turno era de Chávez. Aceptó reunirse con la aspirante y dijo que estudiaría su posible candidatura, pero enseguida anunció su decisión:
“Luego de extensas consultas en el campo internacional vemos poco probable el éxito en ganar la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El contexto internacional de este momento no es el oportuno y consideramos prudente no exponer al país a otra derrota en esta ocasión”, dice el comunicado de prensa oficial.
Por segunda ocasión la expresidenta se quedaba en el camino y bastante larguito. Chávez parece haber medido el pulso tico porque su decisión no levantó ninguna alharaca. Por el contrario, los comentarios en redes sociales abundaron en señalar lo acertada de su postura. A chinchilla le enrostran una desastrosa gestión al frente de la presidencia.
Entre los escándalos que minaron su popularidad están: la trocha fronteriza con Nicaragua que resultó inservible y salpicada de actos de corrupción, su viaje a una boda en una avioneta ligada a un narcotraficante y la fallida concesión para la ampliación de la carretera San José – San Ramón que le costó a los ticos el pago de 17,000 millones de colones a la empresa brasileña OAS.
A los escándalos de corrupción se suma una pésima gestión. Por ejemplo, su plan fiscal fue un fracaso y derivó en un déficit de más del 5% del PIB, aumento del desempleo, inseguridad ciudadana y mayor desigualdad.
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Encuestas realizadas a pocos meses de concluido el mandato de chinchilla señalan que 89 de cada 100 personas afirman que esta gobierna en pro de unos pocos y un 75% calificó su gobierno de «corrupto». El nivel de aprobación a su gestión cayó a apenas 11%. La ahora ex mandataria pasó así a convertirse en la peor de todos los presidentes de Costa Rica desde el año 1995, cuando se inició el análisis de la gestión de los gobiernos mediante una encuesta realizada por la empresa Unimer.
CONCLUSION:
Con semejantes credenciales, lo obvio se impuso a lo absurdo y la cordura se anotó un punto. En el caso de Nicaragua y los nicaragüenses, sin mover un dedo, como un espectador complacido, no podemos esconder cierto gozo, ese que es propio de quien sabe que el fracaso de un enemigo gratuito, que ha actuado con el cálculo canalla de utilizarnos para su escalera política en el concierto internacional, no puede ser sino una suerte de señal del cielo, de karma o simplemente de que todo cae por su propio peso.
FIRMA: Erving Vega Brenes
Esta entrada fue modificada por última vez el 15 de noviembre de 2022 a las 1:20 PM