POR: Edwin Moncada
“Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad”.
Salmo de David
Walt Whitman al silencio hizo arder:
“No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber”.
Y en la vida, la fe o el arte, la norma
es que los individuos deben responder
por sus actos ante la ley. Así sea en Roma
y España (sí, en la España del querer
hay 33 sacerdotes, no de lo bello, que asoman
en la cárcel, y no por rezar el Ángelus al amanecer),
O en EE. UU. o Chile, y nadie se “asombra”.
Ah, pero si es en Nicaragua…
Se rasgan las vestiduras.
Siempre sucede así. Notorio o anónimo.
Con dogmas o filacterias puras.
Desde el último
Sanedrín
hasta el más incensado racimo
malandrín.
La primera en rasgarse es la mentira
frente a la Verdad.
La mentira que tiene en la mira
de su ira y su maldad
todo lo que la celeste Luz inspira.
Falso que hay persecución religiosa.
Si arrestan a un cura, por algo será.
Eso no es persecución religiosa.
Por siglos y por las arcas
abiertas, se han creído sobre las leyes,
y algunos jerarcas
por encima del Rey de Reyes.
Si capturan
a un tejedor de hamacas debido a equis cosa,
por falta de balandrán
y vida lujosa
no ladrarán:
“hay persecución a la artesanía preciosa”.
Los tejedores
no se creen por arriba
de nadie, ni por debajo: trabajadores
son, no piden ni viven de dádivas.
Para eso traman
hamacas, no ataques
contra la Patria que aman.
Si echan a la bartolina
por alguna razón a un médico de la República:
tampoco se maquina:
“hay persecución a las ciencias médicas”.
Un buen doctor o una decente doctora,
no se cree más que el paciente,
ni de la Constitución rectora.
Cura, y cura de veras, a la gente.
Para eso asume cabal
el juramento hipocrático
en su vida personal y profesional.
Ergo, no es hipócrita ni cínico.
Si va a la cárcel
un guitarrista por algún acto delictivo,
nadie dice de él:
“se acosa a los artistas sin motivo”.
Los músicos no se sienten en las alturas.
Mejor se solazan en los acordes.
Su parte no es con el rugido ni las amarguras.
No nacieron para meter ruido ni desorden.
Su oficio es la armonía que perdura.
Si echan preso
a un maestro por infringir
la ley, no dicen por eso
“de la persecución magisterial hay que huir”.
Los maestros no se creen
predestinados de ningún signo
para decir Amén y desdecir lo que Jerusalén
oyó del Divino Rabino:
“Amaos los unos a los otros; haced el bien…”.
Por eso dan clases para formar buenos
ciudadanos, técnicos, obreros, médicos…,
—y los que del arte nacieron llenos—
sin posverdad 2.0 , sin periódicos
desinformativos ni el corporativo veneno
masivo del cieno mediático.
Queremos Paz y Desarrollo, no inquinas
de quienes odian al que clama “¡Arrepentíos!”,
para ritmar su ruindad con la doctrina
de la piedad, que ahí van de amor tan vacíos
que umbríos se dan en urdir corona de espinas
contra la Patria Grande del titán Darío.
Paranoia y más paranoia, solo paranoia…
Y nada, nada, absolutamente
nada de Metanoia (*).
(*) Metanoia: Más allá de la mente. La mente obtusa, anacrónica, tradicional, activa en el mal. Es un antes y un después. Es cambio de pensamiento, de dirección, de enfoque y perspectiva: de sentido en la vida. Es todo lo que el apóstol Pedro demandó con la palabra Metanoia, traducida como Arrepentimiento. Engloba dejar atrás el derrumbe moral o espiritual por un limpio cambio de rumbo. Es trascender. Nunca descender. Retroceder no es ninguna opción, al menos en Cristo.
Edwin Moncada
Enero 4, 2024
Esta entrada fue modificada por última vez el 4 de enero de 2024 a las 4:58 PM