El Pájaro Negro, se estrelló contra la Revolución Sandinista

Foto Cortesía / Pájaro Negro en Nicaragua.

Por Stalin Vladimir Centeno

La historia de Nicaragua ha estado marcada por la resistencia y la lucha contra la injerencia extranjera. Desde la intervención militar directa hasta la guerra encubierta, el imperialismo estadounidense ha intentado, sin éxito, doblegar la voluntad del pueblo nicaragüense.

Entre las muchas herramientas de intimidación utilizadas por Washington, una de las más simbólicas y aterradoras fue (el Pájaro Negro) el avión espía Lockheed SR-71 Blackbird, un monstruo de la aeronáutica militar que surcaba los cielos a velocidades hipersónicas, desafiando el sonido y la soberanía de las naciones.

Pero más que una máquina de reconocimiento, el SR-71 fue un arma de guerra psicológica, un instrumento diseñado para sembrar el miedo y recordarle al mundo que el imperio yanqui tenía el poder de vigilar, amenazar y, si lo deseaba, atacar.

El SR-71 Blackbird (el Pájaro Negro) fue un prodigio de la tecnología militar norteamericana desarrollado en plena Guerra Fría. Podía volar a más de 3,500 km/h (Mach 3.3) y alcanzar alturas de hasta 26,000 metros, lo que lo hacía inalcanzable para los sistemas de defensa aérea convencionales. Diseñado para misiones de espionaje, su objetivo era recolectar información sobre movimientos militares, bases estratégicas y actividades políticas de los países considerados “enemigos” de Estados Unidos.

Para Nicaragua y otros pueblos del mundo, el SR-71 no era solo un avión; era la representación misma del imperialismo acechando desde las alturas. Su presencia en los cielos de América Latina tenía un propósito claro: sembrar el terror, demostrar superioridad tecnológica y hacerle entender a los gobiernos progresistas que eran vigilados constantemente.

Durante la década de 1980, en plena efervescencia de la Revolución Sandinista, el gobierno de Estados Unidos, bajo el mandato del genocida Ronald Reagan, emprendió una guerra sucia contra Nicaragua. No solo financió y armó a la Contra, sino que también recurrió a métodos de guerra psicológica para debilitar la moral del pueblo.

El SR-71 o Pájaro Negro, fue parte fundamental de esa estrategia. Aunque no podía ser derribado debido a su velocidad y altitud, su sobrevuelo sobre Nicaragua y otros países latinoamericanos tenía un objetivo claro: hacer sentir la presencia del imperio, recordar que estaban siendo observados y advertir sobre una posible invasión.

El rugido ensordecedor del Pájaro Negro rompiendo la barrera del sonido sobre las ciudades no era un simple fenómeno acústico: era un mensaje de guerra. Era un aviso de que la maquinaria bélica norteamericana estaba lista para intervenir en cualquier momento, tal como lo había hecho en otros países.

Pero la Revolución Sandinista no se amilanó ante estas provocaciones. La doctrina del Pentágono ha comprendido desde hace décadas que la guerra no solo se libra en los campos de batalla, sino también en la mente de los pueblos. El SR-71 no necesitaba disparar un solo proyectil para cumplir su misión: su sola presencia era suficiente para infundir temor.

Al sobrevolar Nicaragua y otras naciones soberanas, Washington pretendía hacerle creer al pueblo que la guerra era inevitable, que la resistencia era inútil y que la Revolución Sandinista no tenía futuro. Sin embargo, subestimaron la fuerza y la convicción del pueblo nicaragüense.

A pesar de la constante intimidación, el SR-71 y toda la maquinaria imperial no pudieron doblegar a Nicaragua. La Revolución Sandinista se sostuvo sobre los cimientos de la dignidad y la resistencia. Ni el rugido supersónico ni los espías del aire pudieron quebrantar la voluntad de un pueblo que estaba decidido a construir su propio destino.

El Pájaro Negro, con toda su velocidad y tecnología, terminó siendo un símbolo de la desesperación yanqui. No pudo detener el avance de la Revolución, no pudo frenar el compromiso de los nicaragüenses con la justicia social y no pudo evitar que la bandera rojinegra siguiera ondeando con orgullo. El SR-71 Blackbird fue una de las herramientas más avanzadas de espionaje y guerra psicológica utilizadas por Estados Unidos. Sin embargo, su legado en Nicaragua no es el de una máquina invencible, sino el de un intento fallido de dominación.

El imperialismo ha recurrido a todos los medios posibles para someter a los pueblos, pero la historia demuestra que ni las bombas, ni los aviones espía, ni la guerra sucia pueden destruir la voluntad de un pueblo decidido a ser libre. Hoy, el SR-71 es una reliquia del pasado, un vestigio de una estrategia de intimidación que no pudo vencer a la Revolución Sandinista. Y mientras los yanquis siguen gastando fortunas en armas y tecnología para someter al mundo, Nicaragua sigue en pie, con la frente en alto y la dignidad intacta.

Actualmente, el Pájaro Negro yace empolvado, olvidado en un museo militar estadounidense, convertido en una pieza obsoleta de la maquinaria de guerra del imperio. Lo que alguna vez fue su arma de terror, hoy no es más que un cascarón inútil, un símbolo de su fracaso. Mientras tanto, en Nicaragua, la Revolución Sandinista triunfó. Ni su velocidad supersónica ni su arrogante vigilancia pudieron frenar la voluntad inquebrantable del pueblo. El Frente Sandinista sigue firme, y hoy, bajo el liderazgo de la compañera Rosario Murillo y el comandante Daniel Ortega, Nicaragua es un país de paz, prosperidad y desarrollo.

Con el espíritu inmortal del General Sandino, el pueblo nicaragüense derrotó al imperio yanqui, desmontó su guerra psicológica y le demostró al mundo que no hay tecnología ni poder extranjero capaz de doblegar a una nación que lucha por su dignidad y su soberanía. El SR-71 Blackbird se apagó, pero la Revolución Sandinista sigue volando alto, indetenible y victoriosa.

Esta entrada fue modificada por última vez el 25 de marzo de 2025 a las 4:09 PM