El último emperador de occidente

Imagen Referencia / Opinión Canal 4.

Por, Augusto Zamora R.

Ahora, con Donald Trump re-entronizado como presidente de EEUU, puede uno adentrarse en los procelosos senderos del análisis, libre ya de los llantos dolientes del Accidente colectivo, así como de los ditirambos exultantes de los trumpistas, que tanto recuerdan –unos y otros-, las procesiones milenaristas del año 999 a.C., cuando los siervos del señor creían que el cambio de siglo significaba el fin del mundo. Equivocados estaban aquellos, como equivocados están estos, los unos con sus escapularios, los otros con sus lloros y cánticos estrafalarios. No es la parusía. Es sólo Donaldo. Ya lo dijimos hace semanas y volvemos a decirlo, que es poca la memoria y excesivas las angustias.

Veamos. Trump gobernará cuatro años, cuatro. En términos históricos es nada, y es menos tiempo aún cuando se está en lo que estamos, es decir, en un cambio sistémico, de cambio histórico de ciclo histórico –y perdonen la redundancia las señorías-, cuya consolidación puede ocupar diez o quince o veinte años. Cuando tal se dé (que se dará), Donaldo será historia y, seguramente, para ese entonces, nadie se acordará de él. La década larga que viene será densa, intensa, armada y disputada a cara de perro, sin ofender a los nobles chuchos que nos acompañan desde hace milenios.

Esto, para empezar a quitarle vinagre a la ensalada. A Donaldo hay que entenderlo, que entendederas tiene, a pesar de haber sido electo presidente de EEUU, un cargo que no destaca por las luces de sus ocupantes. Pensemos que Gerald Ford era de granito: le daban martillazos en la cabeza y creía que llamaban a la puerta. Reagan lo ignoraba todo, a tal punto que, si su señora no le ayudaba, terminaba dando sus discursos en el retrete, que confundía con un podio. Bush hijo era semianalfabeto y tenía por costumbre leer los libros al revés: total, del derecho tampoco los entendía. Y Biden, ¡Jesús!, funcionaba con dos botones. Uno decía Ucrania y mandaba bombas. Otro, Israel, y mandaba más. Puede que ahora, jubilado, descubra que su verdadera vocación era ser carnicero, aunque –admitámoslo-, ese ha sido el oficio preferido de los presidentes gringos.

Volvamos a Donaldo. Ha vuelto envuelto de mesianismo, o, más bien, de sembrador de caos y dislates. La edad no perdona y, si eres presidente gringo, menos aún. Ha retornado diciendo que quiere anexionarse Canadá, reconquistar el canal de Panamá y hacerse con Groenlandia. Todos los aludidos son “países amigos”. Como era de esperar, los afectados le cantaron nones y algo más. Donaldo se tendrá que olvidar de sus apetencias expansionistas o tendrá que iniciar la invasión de esos países, lo que no parece posible sin descalabrar las alianzas de EEUU, cada día más escasas y remolonas. Este punto podemos darlo por descartado, con la duda de Panamá, que…

Pasemos ahora a Ucrania. Donaldo pasó de decir que haría la paz en 24 horas (como quien saca un conejo de una chistera), a decir, a los dos días de tomar posesión, que, si Rusia no hace la paz con Ucrania como él quiere, le pondrá sanciones económicas y comerciales demoledoras. Una preciosa manera –casi poética-, de iniciar una negociación con la cuarta economía mundial (por PPP) y primera potencia nuclear del planeta. Debe andar, Donaldo, un poco subido de éxtasis casablanquero para caer en esos precipicios. Antes había afirmado que, como España pertenecía a los BRICS, la iba a demoler a sanciones (en Madrid se apresuraron a aclarar la confusión y a poner los pantalones en remojo para calmar de raíz su equivocado enojo). Curiosa confusión, porque el país que, efectivamente, pasó este enero a ser miembro de los BRICS es Emiratos Árabes Unidos, pero, aseguramos, si algo no hará Donaldo es amenazar con sanciones a la potencia petrolera. En todo caso, dado que Rusia no es Panamá -ni siquiera Canadá-, sino que tiene su propia estrategia, la paz en Ucrania no estará al caer, ni al rodar –menos a volar-, por más garrotes que enseñe Donaldo. Alguien debería recordarle que no estamos en 1904, cuando Theodore Roosevelt sacó a relucir el suyo. En Rusia, el secretario de prensa, Dimitri Peskov, se limitó a comentar: “Como saben, Trump, en la primera etapa de su presidencia, fue el presidente estadounidense que recurrió con mayor frecuencia a métodos de sanciones”. Nada nuevo bajo el sol o la luna.

Con Gaza tampoco habrá novedades. Lo hemos mencionado y lo repetimos ahora. Israel es el perro guardián de EEUU en Oriente Próximo y, mientras EEUU tenga poder, Israel lo tendrá. Ahora el sionismo anda eufórico con sus triunfos, pero la potencia e impunidad sionista, como los equilibrios de poder en esa explosiva región, han dependido, dependen y seguirán dependiendo del poder militar de EEUU. Cuando ese poder se debilite, al punto de no ser sostenible, todo el escenario de genocidio, sangre y terror que han impuesto en la región, se evaporará como se evaporó el reino cruzado. La justicia para Palestina no llegará en lo inmediato. Puede que tampoco en lo mediato. El reino cruzado subsistió mientras Europa proveía de dinero, soldados y recursos. En su apogeo, los cruzados ampliaron cuanto pudieron el Reino de Jerusalén. Tal está haciendo hoy el sionismo. La euforia de sangre y terror subsistirá mientras EEUU siga proporcionando armas, fondos  y escudo militar al abominable Estado sionista. Cuando el flujo cese, renacerá Saladino e Israel desaparecerá.

Donaldo, que parece vivir atrasado de noticias, ha sacado de sus tumbas a los exploradores y expoliadores europeos que iban, siglo XIX a cuestas, dando nombres europeos a geografías que, según ellos, carecían de nombre. Livingstone llamó Victoria a las cataratas que los africanos llamaban, desde hacía siglos, Mosi Oa Tunya (“el humo que truena”). En Nicaragua, a nuestro histórico puerto San Juan del Norte los británicos le pusieron el mote de Greytown. Los africanos siguen llamando Mosi Oa Tunya a sus cataratas, y nosotros San Juan del Norte a nuestro puerto. Un decreto, por muy presidencial que sea, no basta para cambiar un nombre histórico. Sólo un puñado de mentecatos cambiará los libros de geografía para hacer caso a esta ‘trumpada’. Alto Volta llamaban los colonizadores franceses a Burkina Faso. ¿Cuántos lo recuerdan?

Hablemos, ahora, de cosas serias, empezando con las realidades. Por muy estridentes o aparatosas que suenen las declaraciones de Donaldo, EEUU no es lo que era, ni el mundo tampoco. Hoy, la otrora superpotencia representa el 15,5% del PIB mundial, lo que es escasa cantidad para andar de pistolero en estos nuevos corrales. La mayor potencia industrial del mundo es China (18,9% de PIB) y, dentro de una década o menos, le seguirá India (7,2%). Rusia no va a la zaga, considerando el impresionante proceso de reindustrialización que vive desde hace años, dirigido a situarla entre las cinco grandes potencias industriales del planeta. Y en EEUU sobran pistolas y faltan fábricas.

El tema no termina ahí, sino que empeora para EEUU. China, India y Rusia son los socios fundadores de los BRICS, que están empeñados en establecer un mundo multipolar. Dicho de otra manera, esos tres gigantes están en el bando opuesto a EEUU. De la potencia y fiabilidad de su alianza da fe la guerra en Ucrania, en la que Rusia se ha visto poderosamente apoyada por India y China, para dolor de muelas de EEUU. El comercio chino-ruso ha superado los 240.000 millones de dólares y el ruso-indio se acerca a los 60.000 millones. En diciembre de 2024, la rusa Rosneft y la india Reliance firmaron un acuerdo récord de suministro de petróleo por 13.000 millones de dólares para los próximos 10 años. Por esa ruta mal cabalga Donaldo, por más que presione a India y China.

La propuesta de Donaldo, de castigar con impuestos del 100% a los países miembros de los BRICS tampoco resiste el menor análisis. De entrada, EEUU importa de los BRICS 550.000 millones de dólares en productos, muchos de ellos de carácter estratégico. Este grupo, con el ingreso, el pasado enero, de nuevos miembros y socios, reúne al 51% de la población del planeta y, según el FMI, las economías de los BRICS suman más del 40%  de la economía mundial, en términos de PPA. Mal negocio sería meterse en berenjenales, declarándole una guerra arancelaria a la mitad del mundo.

Poca o ninguna relevancia dieron en el gallinero europeo a la llamada que se hicieron Putin y Xi Jinping el día después de la toma de posesión de Donaldo. Tengan por seguro que no hablaron del estado del tiempo ni de copos de nieve cayendo. Menos atención prestaron al acuerdo de asociación estratégica firmado por los presidentes de Rusia e Irán a mediados de enero de este 2025. Tampoco recogieron las declaraciones del ministro de Defensa de India, dando cuenta de que existen más de 200 proyectos militares conjuntos con Rusia y de que el país incrementará un 15% las compras de armamento ruso, hasta superar los 15.000 millones de dólares. Cuestión baladí es también la visita oficial que realizará Putin a India, invitado por Narendra Modi. Ciertamente, el Accidente colectivo ha hecho política de estado tapar el sol con un dedo y adorar las arrugas de su avejentado ombligo.

Nos enfrentamos a escenarios abiertos, con posiciones cada vez más claras entre los grandes poderes. Donaldo quiere un arreglo con Rusia, pero no a cualquier precio, y lo busca porque su objetivo es China. China sabe que está en la diana de EEUU desde hace una década y se prepara cuanto puede para un abanico de opciones, desde una paz armada a una guerra aeronaval por Asia-Pacífico. India quiere un lugar prominente en el mundo y sabe que, para alcanzarlo, debe guardar su alianza con Rusia y la paz con China. Es decir, que no habrá alianza india con EEUU. Irán se prepara para la guerra contra el sionismo y ha amarrado puentes con Rusia y China, como fase necesaria para seguir fortaleciendo su economía y acrecentando su poder militar. EEUU, endeudado y en crisis industrial, prepara un repliegue de tropas para rehacer su economía y, con ello, sus fuerzas armadas, no para una guerra global –que grande es el temor a China y Rusia-, sino para no verse apabullado por los nuevos poderes. Donaldo puede –o no-, ser el puente de transición de los sueños neo-cons de dominio mundial a un más realista acomodo en el inminente mundo multipolar. Incluir a Cuba, de nuevo, dentro de los países terroristas, parece indicar que no será ese puente.

De lo que es difícil dudar es que la carrera armamentista seguirá siendo la estrella más brillante de nuestras celestes noches de amor y celos. Aunque se hable de negociaciones y concordia mundial, es casi imposible confiar en EEUU, como en EEUU no confían en nadie, sino sólo en su poder militar. Mientras Donaldo dice querer la paz en Ucrania y una limitación de armas nucleares, una flota de guerra de la OTAN se prepara para zarpar de Europa rumbo al Mar de la China. El diario El País, de Madrid, comenta: “El objetivo de la Operación Highmast, según la organización, es realizar un “despliegue global”, orientado a neutralizar una amenaza genérica; sin identificar a ningún enemigo en concreto”. No hace falta identificar a ese enemigo. Es China. El atlantismo se está preparando para la guerra en Asia-Pacífico. Un grupo naval de combate francés ya se encuentra ahí. En estos menesteres, como en tantos otros, no hay que guiarse por las palabras, sino por los hechos.

No son tiempos para impacientes. Son de organización, acumulación y creación de las nuevas ideas para el nuevo orden. Ese momento llegará. Está cada día menos lejos. O más cerca. Al gusto. En cuanto a Donaldo, hay que situarlo. Quiere ser emperador de Occidente. El último. Que lo sea.

Esta entrada fue modificada por última vez el 26 de enero de 2025 a las 6:43 PM