Margine Gutiérrez
Parece un chiste cruel o una broma de lo más reaccionaria. Pero no lo es. Así piensan los funcionarios del Estado Terrorista quienes se creen no sólo con el derecho omnímodo de decidir qué elecciones son o no democráticas, sino que hasta creen que a ellos les corresponde aceptar o no a un gobierno elegido por su Pueblo.
Es un juego perverso el de los Estados Unidos. Entrometen sus garras en nuestros asuntos de forma directa a través de su embajada y de otros agentes. Ya vimos, ayer Sullivan «distribuyó una insolente nota en la que propaga infamias sobre la situación del COVID 19, con el único propósito de sembrar miedo entre la población».
Reclutan agentes locales, con millonarios financiamientos, para que organicen golpes de Estado, destruyan la economía y promuevan el descontento en la población con noticias falsas y calumnias.
Prefieren periodistas venales y ONG de fachada, creadas por ellos mismos. Cuando el Estado Nicaragüense, en el ejercicio de su soberanía y autodeterminación, se defiende y neutraliza los planes agresivos de EEUU a través de sus agentes locales -que el diccionario define como mercenarios- los yankees brincan y dicen que están descabezando a la oposición porque Daniel Ortega, con más del 60% en la intención de votos, les teme.
Pero no es a la oposición que se está neutralizando sino a sus agentes. Si antes Reagan les llamó «paladines de la libertad» a la criminal contra que asoló Nicaragua en la década de los 80, a los jefes de la contra de ahora, que también han intentado asolar el país con sus planes siniestros desde abril del 18, les llaman «candidatos presidenciales».
La coyuntura lo exige, para decir que hubo fraude y que las elecciones no son democráticas. Creen que por esa vía, deslegitimando nuestra democracia popular, van a tener posibilidades de instalar en el poder a la vieja oligarquía liberoconservadora, como lo hicieron en el pasado. Vieja oligarquía aunque las caras sean nuevas. No son los Emilianos ni los Moncada sino sus herederos y continuadores, pero la misma oligarquía, al fin.
Siendo que Nicaragua no es colonia de los Estados Unidos sino una nación libre, soberana e independiente, Estados Unidos no tiene porqué aceptar o no otro mandato de Daniel Ortega. Eso lo decidimos únicamente nosotros los nicaragüenses. Vergüenza les debería dar exponer con tanto cinismo y desfachatez su política exterior terrorista y su inveterada maña de intervenir en los asuntos de otros países.