POR: Susan Lagos
Recientemente regresé de un viaje de dos semanas a la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur (RACCS) de Nicaragua con Amigos de la ATC (Asociación de Trabajadores del Campo), como parte de una delegación de 25 jóvenes multiculturales de Estados Unidos e Inglaterra que visitaban por primera vez.
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He vivido en Nicaragua durante 19 años y como la mayoría de los nicaragüenses de la poblada zona del Pacífico, he querido conocer y experimentar la región del Caribe, pero anteriormente el acceso a las Regiones Autónomas del Norte y del Sur era muy difícil, tardando días e incluso semanas durante la temporada de lluvias, para llegar allí.
Primeramente, el grupo pasó tres días en el Instituto Agroecológico Latinoamericano (IALA) del ATC cerca de Santo Tomás, Chontales (famoso por la ganadería, donde dicen que los ríos fluyen leche y las rocas son queso). Pudimos ordeñar vacas, hacer cuajada fresca, aprender a hacer fertilizante orgánico y cómo propagar pitahaya manualmente por la noche, cuando las enormes flores están abiertas.
Nos reunimos con los jóvenes estudiantes de cooperativas de Nicaragua, Centroamérica y República Dominicana, que están obteniendo títulos de dos años en agroecología para mejorar la producción y el espíritu empresarial en sus comunidades. Aprenden a eliminar los pesticidas dañinos y reemplazarlos con métodos amigables con la Madre Tierra. Las mujeres y los jóvenes desarrollan productos con valor agregado que ayudan a sus economías familiares más allá de los básicos como los frijoles, el maíz y la calabaza, elaborando ahora chocolate con cacao, exportan pitahaya y mejoran su dieta con tilapia de un estanque de peces, hacen vino con flores de té de hibisco, etc. Los pequeños y medianos agricultores nicaragüenses producen alrededor del 90% de los alimentos que se consumen en el país.
Luego nos dirigimos hacia el este por la carretera de concreto de tres años de antigüedad que ahora conecta las dos costas de Nicaragua, con un tiempo de viaje de ocho horas desde Managua hasta Bluefields, lo que permite viajar fácilmente para vender productos, estudiar, trabajar, etc. Las exportaciones internacionales pueden enviarse fácilmente por camión desde los puertos del Pacífico hacia el este del país, en lugar de desviarse a través de Honduras, Panamá o Costa Rica, ahorrando aproximadamente la mitad del costo de transporte. Además, una empresa holandesa pronto iniciará la construcción de un puerto de aguas profundas en la Bahía de Bluefields para facilitar el comercio internacional…
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Al día siguiente, en Bluefields (que lleva el nombre de un pirata holandés llamado Blauvelt) escuchamos un fascinante resumen de la historia de la zona presentada
por Johnny Hodgson, historiador de la Costa Caribe y delegado de la Presidencia para la región. La costa caribeña de Nicaragua era un Protectorado Británico en el siglo XVII, y los reyes de La Mosquitia comerciaban con maderas preciosas, caparazones de tortuga y pieles de animales, para adquirir metales y ropa. En 1783, con el Tratado de París, los británicos oficialmente cedieron la zona a España. En 1894 pasó a formar parte de Nicaragua, pero permaneció principalmente bajo control militar para explotar los recursos, sin darle importancia al pueblo.
No fue hasta 1987 con la promulgación del Estatuto de Autonomía durante el gobierno sandinista, que hubo un reconocimiento de derechos históricos para la costa caribeña pluricultural. Antes se imponía el idioma español; pero ahora otras lenguas son oficiales: el inglés, creole, miskitu, mayagna, ulwa, garífuna, rama, todas bajo la Bandera Autonómica de seis estrellas. La vieja canción “Niña de piel morena, quédate en casa y cuida al bebé” se convirtió en “Chica guapa y negra, construyamos un país libre”. La construcción de la Autonomía e Interculturalidad, en el contexto de la unidad nacional, es lo que está permitiendo a Nicaragua “construir la Costa Caribe de nuestros sueños”, manifestó Hodgson, asegurándonos que el paraíso celestial es pluricultural y que cualquiera que tenga una actitud etnocéntrica se llevará una gran sorpresa.
Esa tarde visitamos tres museos sobre la historia afrodescendiente e indígena de la zona, que representan a los reyes miskitu que gobernaron a mediados del siglo XVII durante el Protectorado Británico; las iglesias moravas que fundaron escuelas a partir de mediados del siglo XIX, y los garífunas caribeños que fueron expulsados por los ingleses de la isla de San Vicente llegando a la costa de Honduras y luego, en 1898, a Pearl Lagoon en Nicaragua. Al día siguiente viajamos en lancha a Rama Cay, donde el pueblo Rama, originario de la zona Chibcha de Colombia, ha conservado su lengua y tradiciones en la isla y sus alrededores.
Una mañana, mientras desayunábamos en el comedor de nuestro hotel, me sorprendió reconocer a Orlando Pineda, famoso desde los años 1980 por su trabajo con la Campaña Nacional de Alfabetización, primero en el área central del Caribe y después a lo largo del Río San Juan (donde el analfabetismo se redujo del 96% al 4%). Luego dirigió el programa de alfabetización para adultos “Yo Si Puedo”, creado en Cuba, implementando este método entre los pueblos miskitu y mayagna del Caribe Norte. Ahora lleva computadoras a las comunidades Rama. Su libro se titula “La montaña me enseñó a ser maestro”. Lo felicité por su dedicación de toda la vida.
Hicimos un viaje más largo de hora y media en lancha rápida hacia el norte pasando por la comunidad de Pearl Lagoon hasta Orinoco, fundada en 1898 por John Sambola y su familia que llegaron de Honduras. Por fin pude ver la conexión entre el pan plano de yuca (bami o hereba) que había visto elaborar en Salto Ángel, Venezuela, cerca del río Orinoco, y el mismo pan plano de yuca en el área garífuna de la costa de Honduras, y en el museo de Bluefields. Los caribes evidentemente se trasladaron desde la zona del Orinoco en América del Sur a la isla de San Vicente, donde se casaron con afrodescendientes. Cuando su valiente héroe Joseph Chatoyer (el Sandino del pueblo garífuna) fue asesinado en 1795 por los ingleses que codiciaban las islas de San Vicente, los garífunas fueron trasladados por la fuerza a Baliceaux (una de las islas de San Vicente), donde la mitad de la población murió de hambre. Después pasaron a la Isla de Roatán y la costa hondureña. Posteriormente John Sambola fundó Orinoco en 1898, a orillas de Pearl Lagoon en Nicaragua, donde han conservado su lengua y costumbres, incluido el nombre de su pueblo ancestral, su pan plano y el baile de punta.
Nos alojamos en el Garifuna Hostal propiedad de Kensy Sambola y su esposo finlandés Mateo. Desde 2007, bajo el gobierno sandinista, cada grupo étnico de la costa caribeña tiene su propio gobierno autónomo en su territorio, lo que permite a los habitantes seguir sus costumbres y lenguas ancestrales en tierras comunales, mientras el gobierno central realiza múltiples mejoras para erradicar la pobreza. En Orinoco las clases
escolares se imparten en garífuna, creole y español. Visitamos los paneles solares recién instalados electricidad en lugar de generadores diésel a tiempo parcial. Caminando hacia Marshall Point, visitamos otra comunidad con una Iglesia Morava y una fábrica que elabora gifiti (ron con hierbas medicinales).
Al regresar a Bluefields, nos dieron un recorrido por la Bluefields Indian and Caribbean University (BICU) donde las clases son en español, pero los profesores y estudiantes también hablan uno o más idiomas, una increíble experiencia multicultural. Estudiantes de cada cultura (rama, creole, ulwa, miskitu, mayagna, garífuna) hablaron sobre sus estudios y experiencias, con el profesor Rodney Sambola como maestro de ceremonia.
Me impresionó especialmente porque las lenguas originales de la costa del Pacífico de Nicaragua (chorotega, náhuatl y matagalpa, entre otras) prácticamente han desaparecido. Un estudiante de la IALA de Matagalpa que viajó con nosotros les dijo a los estudiantes que se sentía triste al comparar la pérdida de su cultura e idioma nativos, viendo que los idiomas y las culturas caribeñas han sido preservadas.
Algunos de nosotros nos quedamos a pasar los últimos dos días en Corn Island, un paraíso tropical donde disfruté el rondón preparado por Mari (tradicional sopa de mariscos hecha con leche de coco). Todos se fueron a regañadientes después de absorber la hospitalidad, la solidaridad y la paz nicaragüenses; observando cómo Nicaragua ha estado luchando contra la pobreza, garantizando educación y atención médica gratuita, acceso a carreteras, electricidad, agua y un 50% de los cargos en el gobierno ocupados por mujeres. Por favor vengan a verlo con sus propios ojos y no crean en las mentiras de los medios estadounidenses propagadas por personas que intentan destruir los avances de Nicaragua: “La Amenaza de un Buen Ejemplo”.
A continuación VERSIÓN INGLÉS:
Recently I returned from a two-week delegation trip to the Southern Caribbean Coast Autonomous Region (RACCS) of Nicaragua with Friends of the ATC (Asociación de Trabajadores del Campo or Rural Workers’ Association) with 25 multi-cultural young first-time visitors from the US and England.
I have lived in Nicaragua for 19 years, and like most Nicaraguans from the populated Pacific area, I have wanted to experience the Caribbean region, but previously access was very difficult to both the Northern and Southern Autonomous Regions, taking days, and even weeks during the rainy season, to arrive there.
First, the group spent three days at the ATC’s IALA (Instituto Agroecológico Latinoamericano or Latin American Institute of Agroecology) near Santo Tomas, Chontales, (famous for cattle raising, where they say the rivers are milk and the rocks are cheese). We were able to milk cows, make fresh cuajada cheese, learn how to make organic fertilizer, and how to propagate pitahaya (dragon fruit) by hand at night when the huge flowers are open. We learned with the young students from cooperatives around Nicaragua, Central America, and the Dominican Republic, who are earning two-year degrees in agroecology to improve production and entrepreneurship back home in their communities. They learn to eliminate harmful pesticides and replace them with earth-friendly methods. Women and youth develop value-added products that help their family economies beyond the basic beans, corn and squash, such as making chocolate from cacao, exporting pitahaya, augmenting their diet with tilapia in a fishpond, making wine from hibiscus tea flowers, etc. Nicaraguan small and medium-scale farmers produce about 90% of the food consumed in the country.
We headed east on the three-year-old concrete highway which now connects Nicaragua’s two coasts, with a travel time of eight hours from Managua to Bluefields, thus making it possible to easily travel to sell products, study, work, etc. Finally, international shipments can be easily sent by truck from Pacific ports to the east side of the country, instead of detouring through Honduras, Panama, or Costa Rica, saving about half the cost of transportation. Also, a Dutch company will soon be starting the construction of a deep-water port for international trade in Bluefields Bay.
The next day in Bluefields (named after a Dutch pirate named Blauvelt) we heard a fascinating summary of the history of the area from Johnny Hodgson, Caribbean Coast historian and delegate of the presidency for the region. The Caribbean Coast of Nicaragua was a British Protectorate in the 1600’s, with Mosquitia kings trading precious timber, turtle shells, and animal skins for metal and clothing. In 1783 with the Treaty of Paris, the British officially left the area to Spain. In 1894 it became part of Nicaragua, but it remained mostly under military control in order to control the resources, with no importance given to the people.
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It wasn’t until 1987 with the Autonomy Law under the Sandinista government that there was a recognition of historical rights for a pluricultural Caribbean coast. Before, the Spanish language was imposed; but now other languages are official: creole English, Miskito, Mayangna, Ulwa, Garifuna, Rama, with a six-star autonomy flag. The old song “Brown skin girl, stay home and mind baby” became “Pretty black gal, let’s build a free country.” The construction of autonomy and interculturalism, within the context of national unity, is what Johnny Hodgson said is allowing Nicaragua to “build the Caribbean Coast of our dreams.” Hodgson concluded by assuring us that heaven is pluricultural, and that anyone with an ethnocentric attitude is in for a big surprise….
That afternoon we visited three museums about the Afro-descendant and Indigenous history of the area, depicting the Miskito kings who ruled in the mid-1600s during the British Protectorate, the Moravian churches that founded schools starting in mid-1800’s, and Carib Garifunas who were expelled by the English from the island of Saint Vincent arriving in coastal Honduras and then, in 1898, in Orinoco, Nicaragua. The next day we travelled by motorboat to Rama Cay, where the Rama people, originally from the Chibcha area of Colombia, have preserved their language and traditions on the island and surrounding areas.
One morning at breakfast in our hotel dining room, I was surprised to recognize Orlando Pineda, famous since the 1980’s for his many years of work with the National Literacy Campaign, first in the central Caribbean area, then along the Rio San Juan (where illiteracy was brought from 96% down to 4%). He then directed the “Yo Si Puedo” literacy program for adults, created in Cuba, mobilizing this method for the Miskito and Mayangna people in the North Caribbean, and is now bringing computers to the Rama communities. His book is titled “La montaña me enseñó a ser maestro” (The jungle taught me to be a teacher). I congratulated him for his life-long dedication.
We made a longer hour-and-a-half trip by fast motorboat north past the town of Pearl Lagoon to Orinoco, founded in 1898 by John Sambola and his family, from Honduras. Finally, I saw the connection between the cassava flat bread (bami or hereba) I had seen made near Angel Falls, Venezuela, near the Orinoco River, and the same cassava flat bread in the Garifuna area of coastal Honduras, and in the museum in Bluefields. The Caribs evidently moved from the Orinoco area in South America to Saint Vincent Island, where they intermarried with afrodescendants. When their brave hero Joseph Chatoyer (the Sandino of the Garifuna people) was killed in 1795 by the English who coveted St. Vincent islands, the Garifunas were forcibly removed to Baliceaux (one of the Saint Vincent islands) where half of the population starved, and then to Roatan Island and the Honduran coast. Later John Sambola founded Orinoco in 1898, on the shore of Nicaragua’s Pearl Lagoon, where they have preserved their language and customs, including the name of their town, their flat bread, and the punta dance.
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We stayed at the Garifuna Hostel owned by Kensy Sambola and her Finnish husband Mateo. Since 2007 under the Sandinista government, each ethnic group on the Caribbean coast has its own autonomous government of its territory, allowing the inhabitants to follow their ancestral customs and language on communal lands, with the central government making multiple improvements to eradicate poverty. In Orinoco, school classes are in Garifuna, Creole, and Spanish. We visited the newly installed solar panels that provide electricity instead of part-time diesel generators. Walking over to Marshall Point, we visited another community with a Moravian Church and a factory that makes gifiti (rum with medicinal herbs).
Upon return to Bluefields, we were given a tour of the Bluefields Indian and Caribbean University (BICU) where classes are in Spanish, but professors and students also speak one or more other languages, an amazing multicultural experience. Students from each culture (Rama, Creole, Ulwa, Miskito, Mayangna, and Garifuna) talked to us about their studies and experience there, with Professor Rodney Sambola as master of ceremonies. I was especially impressed because the original languages on the Pacific coast of Nicaragua – Chorotega, Nahuatl, and Matagalpa among others – have basically disappeared. A Matagalpa IALA student travelling with us told students that he felt sad comparing the loss of his native culture and language, seeing how well the Caribbean languages and culture have been preserved.
Some of us stayed on to spend the last two days on Corn Island, a tropical paradise where I enjoyed Mari’s rondón (traditional seafood soup made with coconut milk). Everyone left reluctantly after absorbing Nicaraguan hospitality, solidarity, and peace, observing how Nicaragua has been fighting poverty by guaranteeing free education, free health care, road access, electricity, water and 50% women in government. Please come see with your own eyes, and don’t believe the lies in the US media by people who try to destroy the advances of Nicaragua, “the threat of a good example.”
Esta entrada fue modificada por última vez el 1 de septiembre de 2023 a las 9:36 AM