Goliat, de acuerdo con la narración bíblica, un gigante nacido en la ciudad de Gat, fue abanderado del ejército filisteo, que durante cuarenta días asedió a los israelitas. Era muy fuerte y extraordinariamente alto. Medía casi tres metros; su malla protectora pesaba 57 kilos; y la hoja de su lanza, casi 7.
No obstante, fue vencido por un pequeño guerrero, David, que usó una honda para golpearlo en la frente, desde la distancia.
Algo parecido ocurre hoy en Nuestra América. Estados Unidos, el gigante del continente, busca aplastar a los pueblos pequeños. Y Nicaragua es uno de ellos en América Central. Desde su suelo, un David llamado Augusto Sandino lanzó su honda y derribó a Goliat a fines de los años 20 del siglo pasado.
Casi cien años más tarde, se repite la historia. El gigante recuperado vuelve a la carga y un nuevo David se le enfrenta. Esta vez, sin embargo, el mundo no puede ser tan sólo espectador.
Recientemente, el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica decidió “sancionar” a funcionarios del Gobierno Nicaragua, como antes lo había hecho con los gobiernos de Cuba y Venezuela. ¿Tiene derecho a eso? ¿Qué ocurriría si a algunos gobiernos de América Latina les diera por “sancionar” a funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos?
¿Cómo se trastornaría el orden mundial si los gobiernos de un país optaran por sancionar indistintamente a funcionarios del gobierno de otro país? ¿Algún organismo internacional se sentiría en capacidad de convalidar esa conducta? Por lo pronto, en la ONU, 134 países se negaron a convalidar esa afrenta.
Ocurre, adicionalmente, que el acoso norteamericano a Nicaragua tiene propósitos electorales. Washington está mortificado por la posibilidad de que Nicaragua confirme su gobierno en el próximo noviembre. La Casa Blanca quiere otro, uno que le sea “atractivo”, aunque no cuente con el respaldo de su propio pueblo.
No habla entonces de respetar la voluntad de la ciudadanía nicaragüense. Ella no está en sus afanes imperiales. Y por ello se aventura a “condenar” la detención dispuesta por autoridades judiciales de Nicaragua, que afecta a algunas personas de la muy fragmentada “oposición” al gobierno del FSLN por la comisión de delitos infamantes.
Recientemente, en efecto, el sistema judicial de Nicaragua -y no el Gobierno Sandinista- resolvió detener y procesar a algunas personas involucradas en la comisión de diversos delitos. Estas personas han sido acusadas de organizar acciones sediciosas financiadas por los organismos de Seguridad e Inteligencia de los Estados Unidos en Nicaragua. Cristiana Chamorro, Antonio Cruz, Félix Madariaga y algunos más, se han visto afectados por esta acción enteramente judicial, y no política.
Algunos de ellos se han auto proclamado “candidatos presidenciales”, como un modo de procurar una suerte de “inmunidad”, que no poseen; y todos se han considerado “perseguidos políticos” para obtener apoyo de la OEA y del gobierno de los Estados Unidos. Y todos también han pretendido negar la evidencia: que están financiados por Washington y forman parte de la estrategia imperial por deslegitimar al Gobierno Sandinista, pretendiendo derrocarlo.
Aunque no ha sido el Gobierno de Daniel Ortega el que ha dispuesto estas detenciones, es bueno que nos preguntemos siempre si un Gobierno Revolucionario tiene, o no, derecho a defenderse cuando se enfrenta al asedio de la oligarquía tradicional, y al acoso incesante del Imperio; o si debe permanecer atado de manos, para que no se le “desacredite” en el exterior bajo el argumento que “viola los Derechos Humanos”.
En otros países –El Salvador, por ejemplo- ha sido encarcelado el ex Presidente Antonio Sacasa, su esposa Ana Ligia Mixco Sal de Sacasa y su hermano; además de otros políticos y empresarios ¿Ha dicho algo en torno al tema el gobierno de los Estados Unidos, o la OEA?.
Y a propósito de la OEA, ese esperpento tampoco dijo una sola palabra cuando fueron perseguidos y encarcelados altos funcionarios del gobierno de Evo Morales, luego del Golpe Fascista de noviembre del 1919. También calló ante la brutal represión fascista en Colombia, o en Chile. Para su Jefe, el Almagro de nuestro tiempo, esas acciones son consustanciales a la “defensa de la democracia”.
Es bueno recordar esto porque, al alimón con el gobierno de los Estados Unidos, la Prensa Grande peruana y ciertos organismos internacionales -–como la SIP- arremeten con fuerza contra el David Centroamericano. Y también lo hacen otros, que no perciben la naturaleza de la campaña librada hoy contra la Patria de Rubén Darío.
Ofuscados, cuando no confundidos por los Fake New de moda, aseguran que “Ortega, es peor que Somoza”. Confirman así que no tienen la menor idea de lo que fue Somoza; pero se alegran porque entonces el Somoza que finalmente añoran, resultó “mejor” que Daniel Ortega. Eso, “tranquiliza” su conciencia.
Constituye ya casi un hecho natural reconocer que la actitud ante Cuba sirve como referente para diferenciar el comportamiento de personas y gobiernos en América Latina. Ante Nicaragua, ocurre lo mismo: No se puede ser realmente demócrata, ni progresista, y mucho menos revolucionario; si se convalida, justifica, o calla, cuando se trata de enfrentar el acoso de Goliat contra este pequeño David Centroamericano.
Gustavo Espinoza Montesinos
Licenciado en Comunicación Social, egresado de la UNAN-León con especialización en Comunicación Digital Estratégica.