En cada pared de su casa, en Järvenpää, poblado a 37 kilómetros al norte de Helsinki, cuelgan cuadros, vasijas de barro y otras hermosas artesanías nicaragüenses. De no ser por la oscuridad y gelidez del otoño finlandés, podría pensarse que la tarde sabatina se mece apacible con vientos de la cordillera de Amerrisque, al compás de los sorbos de una suculenta taza de café endulzada con la hospitalidad característica de un hogar boaqueño.
Son momentos agradables, rejuvenecedores del alma, en los que se disfruta del cálido recibimiento de Javier González (Teustepe, 1977), cocinero profesional, quien invitó a Ricardo Alvarado, embajador de Nicaragua en Finlandia, a degustar una variedad de deliciosos bocadillos, combinaciones de recetas pinoleras y finlandesas.
González es un ejemplo del coraje, esfuerzo y perseverancia que distingue a los nicaragüenses. Nacido en el seno de una familia campesina, originaria de El Rama, de niño vendía pan, caramelos, ordeñaba vacas y rozaba montes, para ayudar a su madre con la manutención de la familia de ocho hermanos. Nunca conoció a su padre.
Unos cooperantes finlandeses simpatizaron con el vivaracho jovencito y, en 1994, lo invitaron a vivir con ellos en Managua. El esforzado chavalo terminó la primaria acelerada y estudió al mismo tiempo finés, con el auxilio de un diccionario, logrando en corto tiempo un buen dominio de la lengua fino-úgrica, preparándose para ingresar a un instituto politécnico.
Los cooperantes regresaron a Finlandia en 1997, llevando con ellos a Javier, quien cargaba en su mochila su diploma de primaria y en su corazón una voluntad de acero impulsada por un insaciable afán de superación.
En 2000, el decidido joven obtuvo su título de cocinero profesional, egresado del Mäntsälä Ammattikoulu (Instituto Técnico Vocacional de Mäntsälä), a 25 kilómetros de Järvenpää. “Trabajaba y estudiaba al mismo tiempo, sabía que era mi oportunidad y no podía desperdiciarla”, recuerda Javier.
“En mi primer año de carrera me emplearon como cocinero en el restaurante kurssikeskus Onnela, en la vecina ciudad de Tuusula. Agradezco que desde entonces nunca me ha faltado el trabajo”, expresa con humildad el teustepeño.
Desde 2001 a la fecha González labora en la empresa Uudenmaan Vihannes Oy (empacadora de hortalizas). Uno de los cuatro gerentes de la compañía, tiene bajo su cargo a un grupo de 30 personas. Su don de gentes, su trato afable y cordial, así como sus sólidos conocimientos, le han granjeado el respeto y reconocimiento de sus colegas, superiores y subordinados.
“Nunca he tenido problemas con los finlandeses o con personas de otras nacionalidades, ni experimentado actos de xenofobia u otro tipo de discriminación. Mi secreto ha sido y es simple, trabajar con disciplina, ser fraterno y solidario y aprovechar cada oportunidad de capacitación”, afirma Javier, mientras acaricia el rostro de Yuliana, de tres años, la menor de sus hijas. Daniel, en el otro extremo de la mesa, de 13 años y el mayor de los siete chavalos, lo observa atento, con orgullo, memorizando cada palabra que fluye de su progenitor.
A su lado, Janni, su esposa y admiradora desde los trece años, también egresada del Mäntsälä Ammattikoulu, le sonríe con indescriptible afecto. Javier señala con el índice su estado de embarazo y exclama con alegría: “Y nos viene pronto otro cocinero nica-finlandés, en febrero próximo”. Es cuando Janni se suma a la conversación mencionando: “Tal vez más adelante, cuando los niños sean mayores, me gustaría abrir en Järvenpää un restaurante de comida nicaragüense-finlandesa”. Seguidamente mira a los ojos de Javier y manifiesta: “Platos como el gallopinto y las cuajadas nicas son manjares de dioses, especialmente las de Teustepe, palabra que precisamente significa ‘lugar de los dioses’ en lengua chorotega».
Por ahora, Janni prepara exquisitos pasteles, cuyas recetas no quiso revelar pero que se agotaron en un santiamén, para el restaurante del hostal de su madre, el Palopuro, también localizado en Järvenpää.
Alvarado, luego de finalizar una segunda tajada de pastel, pregunta a Javier si ha visitado nuestro país recientemente. El joven responde con nostalgia inocultable: “Sí, en 2013, y confieso que no me quería regresar. Miré avances, paz, sobre todo mucha seguridad. Me mantengo en constante comunicación con mi familia, les apoyo económicamente, a través de remesas. Mi madre ha visitado Finlandia cuatro veces”.
“Este es un buen país para vivir, su piedra angular es la educación, y las oportunidades abundan para estudiar, valoran el esfuerzo y la capacidad”, comenta nuestro compatriota, para luego enfatizar: “Pero a mi tierra no la cambio, mi corazón es nica-finlandés, pero, ante todo, nica. De hecho, adquirí recientemente un terrenito en San José de los Remates, quizás en un futuro no muy lejano construimos una casita para pasar vacaciones, o para nuestro retiro”.
Javier muestra a sus visitantes cada pieza de artesanía nica y, con esa nobleza y camaradería propia del campesino nicaragüense, explica con esmero cómo prepara, para sus amigos finlandeses, rosquillas, tortillas y otros deliciosos platillos pinoleros. “También a los estonios les encantan nuestras tortillas”, asegura.
Muestra un tapiz elaborado en Monimbó, lo observa fijamente y luego de un prolongado silencio susurra con añoranza: “Me hace falta mi tierra, mis campos teustepeños”.
Javier, hombre de raíces tan puras y auténticas como el pinol, aprieta el hombro de Daniel, el mayor de sus chavalos, le mira con esa sabiduría paternal que trasciende codilleras y exterioriza con la certeza imbatible que emana del corazón: “Donde uno esté, haga lo que haga, triunfe o no, tiene que amar a su patria, con todas sus fuerzas, hasta siempre”.
Orgullo teustepeño en Järvenpää, Javier González es un exponente permanente de la jornada “Orgullo de mi país”, campaña de patriotismo y fuente inagotable de nicaraguanidad, que lidera y promueve el Gobierno del Comandante Daniel Ortega Saavedra y la Compañera Rosario Murillo.
Esta entrada fue modificada por última vez el 12 de noviembre de 2015 a las 10:05 AM