Por: Stalin Vladimir Centeno
2025 se tambalea bajo el peso de cuatro hombres cuyas decisiones han convertido el mundo en un lugar más cruel. No son metáforas ni personajes de ficción. Son líderes reales, con ambiciones reales, cuyas acciones han desatado las peores calamidades que enfrenta la humanidad. Y lo más aterrador es que todos lo estamos viendo pasar.
JAVIER MILEI: EL HAMBRE
Javier Milei llegó al poder blandiendo una motosierra contra «la casta». Pero la pregunta que nadie hizo entonces era: ¿qué pasa cuando ese mismo filo alcanza a los de abajo? Hoy tenemos la respuesta.
Sus políticas de shock —eliminación de subsidios, desregulación salvaje, la obsesión por dolarizar a cualquier costo— no han traído el prometido «ajuste virtuoso». En cambio, han dejado a abuelas rebuscando comida en basureros, a padres eligiendo entre medicinas o la cena, a niños que van a la escuela solo por el plato de comida. La inflación, ese monstruo que Milei juró domar, sigue devorando sueldos mientras él habla de teorías económicas en pantallas de televisión.
Lo más triste es que muchos lo apoyaron creyendo en un cambio. Hoy, hasta sus votantes más fieles dudan. Porque cuando el Hambre toca a tu puerta, las ideologías pierden sentido.
DONALD TRUMP: LA GUERRA
Donald Trump no necesita declarar una guerra formal. Le basta con vivir en un estado de conflicto permanente.
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En el exterior, sus políticas son pura dinamita: aranceles que estrangulan economías aliadas, amenazas veladas a China, un apoyo inquebrantable a cualquier régimen que le sirva, sin importar su historial de derechos humanos. Pero es dentro de Estados Unidos donde su guerra es más peligrosa.
Cada discurso suyo es una mecha encendida. Cada ataque a los medios, cada acusación contra sus opositores, cada «nosotros contra ellos» profundiza las grietas de una sociedad que ya no sabe cómo dialogar. La democracia estadounidense, ese proyecto que alguna vez pretendió inspirar al mundo, hoy es un paciente en terapia intensiva. Y Trump sigue jugando a ser cirujano con un machete.
ELON MUSK: LA PESTE
Cuando Elon Musk aceptó un puesto en el gobierno de Trump, algunos celebraron. «Por fin, un genio innovador en el poder», decían. Qué ingenuos fuimos.
Bajo su dirección, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, porque incluso en esto no pudo evitar el chiste fácil) ha sido una fábrica de despidos masivos, privatizaciones salvajes y recortes que afectan a los que menos tienen. Pero la verdadera plaga de Musk es más sutil: su obsesión por convertir todo —absolutamente todo— en datos, algoritmos y ganancias.
¿Hospitales públicos? «Ineficientes«. ¿Regulaciones laborales? «Burocracia«. ¿El cambio climático? Un problema para resolver con inventos futuristas mientras su industria contamina más que nunca. La Peste del siglo XXI no mata con virus, sino con deshumanización disfrazada de progreso.
BENJAMIN NETANYAHU: LA MUERTE
Netanyahu ya no gobierna Israel. Administra una máquina de muerte.
Gaza es hoy un infierno en la tierra. Las cifras de muertos —mujeres, niños, médicos, periodistas— son tan altas que ya ni siquiera causan indignación. Se han vuelto estadísticas, números que suben mientras el mundo mira para otro lado. Netanyahu lo sabe, y por eso sigue adelante. Cada bombardeo, cada restricción, cada discurso incendiario es un cálculo político para mantenerse en el poder.
La Muerte, en sus manos, no es metafórica. Es real, cotidiana, sistemática. Y lo peor es que, después de tanto tiempo, ya casi nadie se sorprende.
Estos cuatro hombres no son monstruos sobrenaturales. Son seres humanos con poder. Y eso es lo que más duele.
Porque sus decisiones no ocurren en un vacío. Las vemos cada día: en el padre argentino que vende sus herramientas para comprar pan, en el trabajador estadounidense despedido porque un algoritmo lo volvió «prescindible», en el niño palestino que solo conoce el sonido de los drones.
No habrá caballeros de brillante armadura que nos salven. No habrá un despertar mágico de la humanidad. Solo nosotros, testigos incómodos de un tren que avanza hacia el abismo.
La única pregunta que queda es: ¿Cuándo diremos «basta»? ¿O seguiremos aplaudiendo a estos jinetes mientras cabalgan sobre nuestros escombros?
Esta entrada fue modificada por última vez el 30 de marzo de 2025 a las 6:06 PM