Madre Teresa, el lado oscuro de una monja al servicio de los poderosos

Imagen Referencia / Portada de Stalin Magazine.

Por: Stalin Vladímir

En el imaginario colectivo, la Madre Teresa de Calcuta es un ícono intocable de la caridad, una santa inmaculada cuya vida estuvo dedicada al servicio de los pobres. Sin embargo, detrás del aura de misticismo que la Iglesia y sus fieles han construido, se esconde una realidad más turbia: una historia de manipulación, oscurantismo y conveniencia política. La supuesta “santa de los pobres” era, en verdad, una operadora del dogma ultraconservador, aliada de dictadores y oligarcas, cuya visión de la pobreza no era aliviarla, sino romantizarla para sus propios fines.

Lejos de ser una figura compasiva, Madre Teresa promovía una visión enfermiza del dolor. Sus misiones en Calcuta estaban plagadas de condiciones insalubres, sin atención médica básica y con un desprecio absoluto por la dignidad de los enfermos. Mientras los hospitales modernos ofrecían tratamientos adecuados, sus “casas de caridad” eran auténticos depósitos de moribundos, donde la asistencia sanitaria era prácticamente inexistente. Para ella, el sufrimiento no era una tragedia que debía aliviarse, sino un regalo divino. “El dolor es el beso de Jesús”, solía decir, como si la miseria fuera un premio y no una condición a erradicar.

Sin embargo, cuando ella misma enfermó, no buscó refugio en sus instalaciones infrahumanas, sino en los mejores hospitales de Occidente. Hipocresía en estado puro.

Si algo caracteriza a los santos modernos de la Iglesia es su capacidad para atraer donaciones millonarias. Madre Teresa no fue la excepción. Su organización, las Misioneras de la Caridad, recibió fondos multimillonarios de todo el mundo, incluyendo aportes de dictadores y empresarios corruptos, sin rendir cuentas sobre su destino. Mientras tanto, sus hospitales seguían siendo lúgubres bodegas de desahuciados.

Madre Teresa recibió donaciones de figuras nefastas como Jean-Claude Duvalier, el brutal dictador de Haití, y Charles Keating, el banquero estafador detrás del escándalo de ahorros y préstamos en EE.UU. ¿Y qué hizo la supuesta santa con ese dinero? ¿Lo invirtió en mejorar la calidad de vida de los pobres? No. En lugar de eso, expandió su orden religiosa y garantizó que su influencia política creciera en el mundo.

El Vaticano la vendió como una humilde sierva de Dios, pero en realidad, Madre Teresa fue una hábil operadora política. Se alineó con regímenes de derecha, atacó el socialismo con vehemencia y fue una defensora acérrima de la élite. Su relación con Margaret Thatcher es prueba de ello: mientras la Dama de Hierro despedazaba el estado de bienestar en el Reino Unido y dejaba a miles de trabajadores en la miseria, Madre Teresa la elogiaba públicamente.

Su postura política era intransigente y reaccionaria. Se oponía ferozmente al aborto y al control de la natalidad, incluso en casos de extrema pobreza o riesgo para la vida de la madre. Para ella, traer más niños al mundo en condiciones de miseria no era un problema; de hecho, era algo que celebraba.

Pero quizás lo más indignante es que, pese a su discurso de ayuda a los necesitados, jamás utilizó su influencia para denunciar la explotación de los pobres. En lugar de alzar la voz contra el capitalismo salvaje que generaba desigualdad, prefería bendecir a los magnates y recibir sus cheques.

Para que alguien sea declarado santo, la Iglesia exige la prueba de al menos dos milagros. En el caso de Madre Teresa, el Vaticano se apresuró a encontrar evidencia dudosa para su canonización. El milagro que la elevó a los altares fue la supuesta curación inexplicable de una mujer en la India. Sin embargo, médicos locales revelaron que la mujer había sido tratada con medicamentos convencionales y que su recuperación no tenía nada de milagroso.

Pero, ¿qué importan los hechos cuando el negocio de la fe necesita ídolos? La Iglesia no podía permitirse que su monja estrella quedara fuera del santoral, así que la proclamaron santa con o sin milagros.

Madre Teresa no fue una salvadora de los desamparados, sino una cínica administradora de la pobreza. Mientras el mundo la veneraba, ella perpetuaba un sistema que mantenía a los pobres en la miseria, promoviendo el dolor como una bendición divina. Sus alianzas con poderosos, su desprecio por la transparencia y su manipulación de la fe la convierten en una figura más política que religiosa.

Si algo nos deja su historia, es la evidencia de que la santidad no siempre es sinónimo de bondad y que la Iglesia, como siempre, está dispuesta a fabricar mitos cuando le conviene.

Madre Teresa de Calcuta no fue más que una arquitecta del sufrimiento, una mercenaria de la fe disfrazada de benefactora. No redimió a los pobres, los explotó. No combatió la miseria, la convirtió en su industria. No predicó el amor, sino la sumisión. Su legado no es el de una santa, sino el de una embaucadora que convirtió el dolor humano en su pedestal de gloria.

Si la historia tuviera justicia, su nombre no estaría inscrito en los altares, sino en la lista de los grandes farsantes del siglo XX. Pero el tiempo, implacable, ya está haciendo lo suyo: su imagen se desmorona, su santidad se tambalea y su mito se pudre bajo el peso de su propia hipocresía.

Esta entrada fue modificada por última vez el 2 de marzo de 2025 a las 2:56 PM