Durante años, el batallón neonazi Aidar tuvo aterrorizado no solo a la población civil del este de Ucrania, sino incluso a los agentes de seguridad. Y no es para menos: bajo la vista gorda del Estado tenía su propia cárcel y centro de torturas y cuando operaba en el área, cientos de personas desaparecieron sin rastro.
Aunque el grupo empezó como un batallón de voluntarios en la lucha contra Donbás, acabó siendo una parte del Ejército de Ucrania que durante años se dedicó a los atracos, violaciones, secuestros y torturas.
La agencia de noticias Sputnik te presenta en detalle el grupo neonazi ucraniano que actualmente forma parte del Ejército de Ucrania. Este es el 24 batallón de asalto, conocido mejor como Aidar*, el grupo neonazi para el cual las leyes no existen.
«No es Europa. Es un poco distinto… Estamos en guerra. La ley cambió, los procedimientos se han simplificado. Si quiero, puedo arrestarte aquí mismo, ponerte un saco sobre la cabeza y encerrarte en un sótano por 30 días por sospecha de que ayudas a los separatistas», dijo el comandante del batallón Aidar a un representante de Amnistía Internacional.
Un grupo neonazi temido por la Policía
Los casos en los que distintos grupos neonazis perpetran crímenes a plena vista de las autoridades no son algo nuevo, y en muchos de estos casos, los agentes de las fuerzas de seguridad simplemente no se oponían a lo que veían. Un ejemplo de ello fueron los ataques del infame S14. Sin embargo, en el caso del batallón Aidar todo es diferente.
Así, los agentes de policía no se oponían a los extremistas del batallón Aidar por compartir su postura, sino porque literalmente les tenían miedo, y había buenas razones para sentir temor.
El 15 de enero de 2015 tres integrantes del grupo extremista se emborracharon en el café del poblado Polovinkino y empezaron a disparar indiscriminadamente con sus fusiles de asalto. Los agentes de policía tuvieron que acudir al lugar y detener a los alborotadores, pero tan solo una hora más tarde la comisaría donde los tenían detenidos se convirtió en un escenario de una película de Hollywood.
Los compañeros de los neonazis detenidos rodearon el edificio. Estaban armados con fusiles de asalto, granadas de mano y lanzagranadas. Su exigencia era simple: que liberen a sus compañeros de inmediato. Ante tales circunstancias, los agentes de la policía se vieron obligados a obedecer.
Otro caso tuvo lugar el 29 de marzo de 2015 cuando dos policías fueron baleados con fusiles de asalto mientras se encontraban en su auto. Según múltiples testimonios, así como el reporte de los propios agentes, los atacantes estaban en un vehículo que llevaba los símbolos del batallón Aidar.
De hecho, la situación llegó a tal punto que el gobernador de la región de Lugansk, Genadi Móskal, tuvo que recurrir al ministro de Defensa, al jefe del Cuartel General, al ministro de interiores y al fiscal general de Ucrania. Móskal pidió a Kiev que se pusiera fin al desmadre total perpetrado por los miembros del batallón Aidar.
Los neonazis imponen su voluntad al Gobierno
El miedo sentido por los agentes de la policía de la región de Lugansk es totalmente comprensible, pues el batallón Aidar no solo salía impune de sus crímenes, sino también lograba imponer su voluntad a los líderes del país. Aquí destacan dos casos prominentes que muestran la fuerza real que ejerce el grupo a pesar de carecer de representantes en el Parlamento.
Un caso de presión involucró al propio presidente del país, que en aquel entonces era Petró Poroshenko. El 20 de junio de 2014 el mandatario anunció un alto al fuego en el este de Ucrania. La respuesta de los grupos ultraderechistas no se hizo esperar: el día 29 los integrantes de los batallones Dnepr, Donbás y Aidar organizaron una manifestación en el centro de Kiev.
Su exigencia era simple: poner fin al armisticio, anunciar un estado de alerta en el país y abastecer con más armamento a los batallones voluntarios. Dos días más tarde, Poroshenko anunció la reanudación de los combates en Donbás.
Otro caso ocurrió el 29 de enero de 2015 cuando el excomandante del grupo, Serguéi Melnichuk, declaró que el batallón había sido formalmente desbandado el día 26. La reacción de los miembros del grupo extremista tampoco se hizo esperar. Ya el 30 de enero los partidarios de Aidar bloquearon una de las principales calles de Kiev e intentaron asaltar el Ministerio de Defensa.
El ataque fue repelido y tras unas negociaciones, el 2 de febrero la órden de desbandar el batallón fue cancelada. Un mes más tarde un representante del ministerio de Defensa anunció que sobre la base del batallón voluntario Aidar se había formado oficialmente el 24 batallón de asalto del Ejército de Ucrania. Así un grupo neonazi se convirtió oficialmente en parte de las Fuerzas Armadas del país, y lo hizo por su propia voluntad.
"Fábrica de salchichas": el infierno creado por Aidar
Quizás uno de los aspectos más notorios en la actividad del batallón neonazi Aidar es el hecho de que administraba una auténtica cárcel que se parecía más a un campo de concentración o centro de torturas. Las graves secuelas que sufrían los pocos supervivientes le merecieron la fama del infierno sobre la Tierra y el nombre popular de «fábrica de salchichas» por estar en las instalaciones de lo que era antes una fábrica carnicera en el poblado Polovínkino.
En este lugar, que también servía de base para el batallón Aidar (con la llegada de las tropas rusas huyeron de allí), acababan muchas personas: combatientes de la república popular de Lugansk, presuntos colaboradores de los separatistas y civiles a los que extorsionaban. Obviamente, en función de cada caso el objetivo de la retención y de las torturas variaba.
Los detenidos se mantenían en condiciones infrahumanas y eran sujetos a constantes palizas, torturas y violaciones. Los daños físicos que ocasionaban los torturadores eran tales, que incluso la mayoría de los pocos que lograban quedar en libertad morían a las pocas semanas debido a las secuelas físicas.
Una de ellas era la enfermera Oxana K., que al poco tiempo de su liberación falleció a raíz de las lesiones que le infligieron los torturadores de Aidar. Según lo contó en un testimonio, «para ellos no somos humanos, sino carne medio viva».
Otros tantos eran ejecutados de la manera más brutal. Estos casos fueron registrados por los médicos forenses locales.
«Lo tenían en un pozo y uno de los soldados simplemente le tiró allí una granada. Nos trajeron acá los trozos que quedaron de él«, informó uno de los médicos.
El mismo médico informó que al menos 20 civiles murieron allí a causa de las torturas, lo cual ha sido documentado. El número de fallecidos allí sin registro se desconoce.
Esta cárcel era conveniente no solo para los extremistas del batallón Aidar, sino incluso para los agentes del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), que según algunos testimonios no solo sabían de lo que estaba ocurriendo, sino incluso participaban en ello. Y es que al no ser una institución penal oficial del Estado, los representantes de la OSCE y otras organizaciones internacionales no podían acceder allí para ver en qué condiciones se tenía a los presos.
Y habría muchas cosas por ver. Las celdas eran los ahumadores que, obviamente, no tenían ninguna ventana siquiera, miden 80 por 150 centímetros. Lógicamente, tampoco cuentan con calefacción alguna, razón por la cual los prisioneros encerrados allí pasaban por un frío extremo mientras estaban encerrados durante semanas, y en algunos casos durante meses.
Los crímenes perpetrados por Aidar, incluyendo secuestros, asesinatos, violaciones y extorsión también han sido documentados por la ONU.
Terror total con impunidad total
Como consta en uno de los informes de Amnistía Internacional, sus representantes en el este de Ucrania registraron en dos semanas decenas de violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra perpetrados por el batallón Aidar, cuya actividad no estaba supervisada ni controlada de manera alguna por el Estado.
«Mientras a nivel nacional es visto como una fuerza de combate dedicada, el batallón Aidar se ganó localmente una reputación por sus brutales represalias, robos, palizas y extorsión«, reza el informe.
Una de las agencias de noticias de la ciudad de Járkov destacó también el hecho de que el batallón formalmente operaba en la región bajo el auspicio del Ministerio de Defensa, pero que en realidad no hubo control alguno.
«Principalmente el batallón se dedica a los robos, torturas brutales. Violan a la mujeres, matan a los niños, roban las casas», informaba la agencia ucraniana.
Desde que comenzó la operación especial militar muchos de sus artículos con críticas han sido eliminados de su web, pero estos quedaron guardados en los archivos.
«Vinieron a Novosvetlovka, nos metieron a todos en la iglesia diciendo que nos iban a liberar, y nos tuvieron allí hasta la 1 de la madrugada. Mientras estábamos allí, fueron saqueando nuestras casas y se lo llevaron todo. Se llevaban a nuestros hijos para evacuarlos, pero en realidad los ejecutaban. Luego nos decían que eran separatistas«, recordaba uno de los habitantes de este pueblo.
En octubre de 2014 fue publicado un informe según el cual entre los meses de mayo y agosto fueron registrados y documentados 32 crímenes graves por los extremistas de Aidar por las autoridades ucranianas, pero al cabo de un año ninguno de ellos fue detenido siquiera.
El estilo del ISIS en Ucrania
En sus asesinatos, los integrantes de Aidar no se cortaban en lo que se refiere a los métodos de asesinatos, e incluso llegaban a las ya divulgadas decapitaciones al estilo del ISIS*. Así, según informaban los medios locales, e incluso los occidentales, hubo pruebas de dos decapitaciones que quedaron captadas en video como prueba de lo ocurrido.
Más tarde Kiev conformaría que se trataba efectivamente de dos separatistas, y a la madre de uno de ellos le enviaron la cabeza en una caja de madera.
Por encima de la ley y del Estado
En muchas ocasiones el batallón neonazi Aidar demostraba que en región de Lugansk ellos eran la ley y la autoridad. Un ejemplo de ello fue la usurpación de la fábrica de pan UkrVeresk en el distrito de Stanichno-Lugansk, según informó el gobernador de la región, Gennadi Moskal, el 1 de abril de 2015.
A continuación, los extremistas subieron abruptamente los precios del pan y al mismo tiempo bloquearon los suministros del pan desde otros distritos. Por si fuera poco, no pagaban por la electricidad y otros gastos de la fábrica. Esto llevó a un grave déficit del alimento en la región y fue causa de tensiones sociales en el distrito Stanichno-Lugansk y otros distritos cercanos.
Al principio, el Ministerio de Defensa de Ucrania negó que los combatientes del Aidar estuvieran involucrados, pero el Ministerio del Interior acabó demostrando que efectivamente los ultranacionalistas estaban al frente del crimen.
Otro caso dejó perplejo incluso a los observadores de la OSCE que constataron lo ocurrido en uno de sus informes. Así, en 2015 el comandante del batallón asignó su propia Administración de la ciudad Schastie. A los observadores de la OSCE les dijo que lo había hecho porque supuestamente la Policía era corrupta y los funcionarios locales eran ineficientes.
Tal y como consta en el informe de la OSCE, esto no es excusa para reemplazar la autoridad legítima por unas personas que ni siquiera son del Gobierno, sino subordinados del comandante de un batallón.
¿Cómo se originó?
El batallón Aidar tal y como se conoce hoy en día se formó oficialmente en mayo de 2014 a raíz del Euromaidán. Originalmente, la formación estaba compuesta por los integrantes de varios grupos radicales que participaron en el violento golpe de Estado.
Antes de que fuera integrado formalmente en las Fuerzas Armadas del país, el grupo neonazi fue financiado por el oligarca ucraniano Ígor Kolomoyski. Con ello, incluso antes de que se convirtiera en parte del Ejército ucraniano, este le proporcionaba al batallón vehículos de infantería blindados.
Su nombre proviene del río Aidar, que es donde tuvieron su primer combate contra los combatientes de la autoproclamada República de Lugansk.
Una multitud de organizaciones y medios internacionales reconocieron en muchas ocasiones al batallón Aidar como un grupo ultraderechista de carácter neonazi que emplea símbolos nazis.
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