Por: Stalin Vladimir Centeno
Los Magistrados disfrutan de beneficios diplomáticos, ganan salarios estratosféricos y no pagan impuestos. Cuando entran y salen de las salas de los tribunales de La Haya con sus ropas judiciales adornadas, todos se levantan en un gesto de respeto, aunque más parecido a un acto de sumisión.
Estos Magistrados tienen sus manos manchadas de sangre inocente del pueblo palestino. Mediante una resolución “gallo gallina”, ordenaron a Israel que tomara “todas las medidas” necesarias para “prevenir” cualquier acto que suponga un genocidio en la Franja de Gaza. Sin embargo, ninguna de las medidas cautelares que estableció el Tribunal de La Haya obligaba al Gobierno genocida israelí a poner fin a la masacre que están perpetrando en Gaza.
Esta era la principal medida de emergencia que había exigido Sudáfrica al llevar el caso al tribunal, en el que acusaba a Israel de mantener un “patrón de conducta genocida” contra el pueblo palestino. La operación militar de Israel en la Franja de Gaza ha arrasado gran parte de su territorio, ha matado a más de 40,000 palestinos y ha desplazado al 90% de su población, según las autoridades sanitarias de Gaza.
Este mismo tribunal internacional y sus magistrados ineptos jurídicamente se cruzaron de brazos cuando el imperio yanqui desobedeció su sentencia, ante la mirada atónita de la comunidad internacional. Recordemos que esta Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminó el 27 de junio de 1986 que Estados Unidos debía indemnizar a Nicaragua por los daños de las “actividades militares y paramilitares” que en esa década emprendió para desestabilizar al gobierno sandinista.
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La Corte Internacional de Justicia es el principal órgano judicial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Creada en junio de 1945 por la Carta de las Naciones Unidas, comenzó a funcionar en abril de 1946. En esa fecha sucedió a la Corte Permanente de Justicia Internacional (CPJI), que desde 1922 tenía su sede en el mismo edificio, el Palacio de la Paz en La Haya (Holanda); la Corte Internacional de Justicia es el único de los seis órganos principales de la ONU cuya sede no está en Nueva York.
El procedimiento contempla una fase escrita, con intercambio de alegatos entre las partes, y una fase oral, con audiencias en las que agentes y asesores presentan sus apreciaciones. Todo lo escrito o dicho deberá estar disponible en los dos idiomas oficiales de la CIJ, francés e inglés. Cualquier Estado que considere que la otra parte incumple un fallo de la Corte Internacional de Justicia puede presentar el asunto al Consejo de Seguridad, que puede hacer recomendaciones o imponer medidas para hacer efectiva la sentencia.
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En conclusión, que quede claro: todos estos magistrados salen más caros aún si fuesen regalados; son políticos con toga y pelucas blancas encopetadas. Desde que se inventó dicha corte internacional han quedado a deberle a la humanidad porque sus resoluciones son papel mojado. Son una maquinaria de “justicia” lenta, por no decir obsoleta y plagada de burocracia; algunos casos tardan años en resolverse y, mientras escribo este artículo, siguen durmiendo el sueño de los justos. Además, la naturaleza política de sus jueces, que son elegidos por la Asamblea General de las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, puede dar lugar a sesgos reales o aparentes. Pero no solo eso, esta corte se pegó un tiro en el pie porque carece de un mecanismo de ejecución.
Esta entrada fue modificada por última vez el 27 de octubre de 2024 a las 1:29 PM