La mejor atleta femenina de la historia de Nicaragua, Michele Richardson, en estos últimos días no ha parado de sonreír, para quienes conviven con ella, como su madre Dolores y su hijo Matthew, aseguran que anda más feliz de lo normal y ella no lo niega.
La noticia de que el moderno y nuevo complejo de piscinas olímpicas que el Gobierno Sandinista construye en Nicaragua, llevará su nombre en reconocimiento a sus triunfos deportivos y proeza de ganar una medalla olímpica en los juegos de Los Ángeles, California en 1984, la mantiene con mucha alegría a ella y a toda su familia.
“Me siento que estoy en las olimpiadas otra vez, es un sueño, no me imagino igual como la medalla, yo creo que esta va a ser mi medalla de oro, es que no lo creo, estoy nerviosa igual como que si me voy a meter a nadar 800 metros libres”, confiesa.
Nacida el 28 de abril de 1969, esta atleta nicaragüense relató las emociones que le ha tocado vivir en los últimos días, al enterarse de la decisión del Presidente Comandante Daniel Ortega y de la Vicepresidenta Rosario Murillo, de nombrar este complejo deportivo con el nombre de Michele Richardson, que si bien compitió representando a Estados Unidos, siempre ha sostenido que esa medalla de plata es de Nicaragua, porque se comenzó a gestar desde muy niña cuando aprendió a nadar de las manos de su entrenador Enrique Mencias.
“Es un honor, no tengo palabras para decir las emociones que siento con esa piscina teniendo mi nombre. Para mí es un gran orgullo, para mi familia y para Nicaragua”, resalta Michele, mientras muestra su medalla de plata y que para nosotros los nicaragüenses se convierte en oro.
En su hogar, Michele tiene muchos recuerdos de su vida como nadadora, recortes de periódicos de sus hazañas dentro de las piletas y recuerda como si fuese ayer, las más de siete horas que entrenaba desde los 9 años de edad para llegar a competir al máximo nivel que cualquier atleta pueda soñar
“Los momentos previos fueron duros por el entrenamiento, mucho sacrificio, mucho dolor físico, mucho dolor emocional y social, obvio una niña de 13 o 14 años nadando siete u ocho horas al día fue un poco difícil, pero tenía mi meta y tenía mis sueños que era ir a las olimpiadas”, cuenta.
Momentos duros, llenos de sacrificio
Durante su infancia y adolescencia, mientras los niños de su edad crecían en un mundo donde lo normal era jugar en bicicleta o ir al parque, Michele lo pasaba metida en una piscina, despertándose a las cinco de la madrugada para levantar a su padre para que la llevara a entrenar.
“Yo tuve que madurar bien rápido, yo me fui de Nicaragua a los 9 años, no sabía que me iba de Nicaragua, mi mamá me llevó donde mi abuelita, sin conocer el idioma inglés, no lo sabía y en ese momento mi mamá me deja sola con mi abuelita y yo no entendía. Yo tuve que enfocarme en algo, creo yo, algo que creo que me ayudó mucho, fue que mi mamá le dijo algo a mi abuelita muy simple, le dijo ‘ella nada en Nicaragua, llévala a la piscina para que ella nade, para entretenerla’ y eso fue lo que hizo mi abuelita, mi abuelita me llevaba en bus todos los días a la piscina en la tarde. Yo aprendiendo inglés y yo creo que lo que me pasó de tenerme que ir de Nicaragua, de estar sola, sin mi mamá, sin mi papá, fueron unos tiempos muy duros para mí, la natación me ayudó mucho en pasar esos tiempos”.
Recuerda muy bien el día que ganó la medalla, se puso nerviosa y pensó a dudar de lo que podía ser capaz, a pesar de los duros entrenamiento y el sacrificio de tantos años preparándose.
“Lo único que me acuerdo que mi entrenador me dijo quédate fija con tus pensamientos, acordate lo que queres y eso me ayudó mucho, porque al momento de meterme a esa piscina ese día, yo luché para obtener una medalla, porque son ocho los que están compitiendo por esa medalla y orgullosamente ya cuando termine estaba feliz que ya se había terminado”.
Michele dejó de competir a los 22 años, ahora que tiene 48, tres hijos y que trabaja en un colegio privado, como consejera escolar de jóvenes estudiantes, sostiene que de no haberse enfrentado a tanto sacrificio como deportista, no sería la persona que es hoy y tampoco podría decir que para cumplir una meta, se debe trabajar duro y pasar sacrificios.
Un día muy especial
“Yo no sería la misma persona, porque creo que la natación me enseñó mucho de sacrificios, de trabajar duro para algo que una persona quiere. Creo que entendí cómo funcionaban las emociones y el cerebro, como uno puede cambiar las perspectivas de su entorno, de lo que está pasando, si es algo negativo como ponerlo más positivo, entonces yo no creo que sería la misma consejera que soy yo, sino hubiese sido por la natación”, relata.
Se considera una mujer feliz, llena de alegría, tiene una bella familia y unos padres que siempre la apoyan. Reivindica en cada momento, que es nicaragüense, que le gusta vivir en su Patria y que la medalla de plata que atesora con mucho orgullo es de Nicaragua, aunque los libros de la historia deportiva digan otra cosa.
Ahorita mi corazón está lleno de alegría, no tengo resentimiento, yo estoy feliz. Cuando el Comandante (Daniel Ortega) me llamó hace 5 años, (cuando las Olimpiadas en Londres) desde Londres, ese día fue muy especial para mí, para cargar la bandera por Nicaragua en Londres y desde ese día, ya no escuchó tanta platica negativa (…) la medalla está aquí en Nicaragua, yo regrese inmediatamente cuando pude, tuve a mis hijos en Nicaragua”.
Ahora esta mujer de eterna sonrisa, solo cuenta las horas para estar presente con sus padres, con sus hijos, con su esposo, con su querido primer entrenador, inaugurando el complejo de piscinas que tendrá labrada con letras mayúsculas su nombre “Michele Richardson”.
Seguramente ese día Michele, quedará viendo su nombre brillar intensamente y podrá decir “esta es mi medalla de oro”.
Fuente: El 19 Digital
Esta entrada fue modificada por última vez el 29 de noviembre de 2017 a las 9:49 AM