El 10 de diciembre de 2021 pasará a la historia como la fecha en la que Nicaragua y China iniciaron una nueva etapa de colaboración que permitirá, sin duda, el desarrollo del comercio e inversiones estratégicas desde lazos de amistad entre ambos países. Managua rompe así las relaciones y vínculos oficiales que mantenía con Taiwán desde hace 30 años y que fueron impulsados por la expresidenta Violeta Barrios, y pasa a reconocer, como casi toda la comunidad internacional, a la República Popular China y a su único Gobierno legítimo que representa a toda China.
Según ha informado el ministro de Relaciones Exteriores nicaragüense, Denis Moncada, tras una reunión con su homólogo chino, Wang Yi, este acuerdo permitirá el desarrollo global de todos los campos de la esfera política, económica, social y cultural. Así el canciller mencionaba específicamente: “ciencia, tecnologías, educación, salud, arte, cultura, deportes, medios de comunicación, tecnologías de comunicaciones e información, inversiones, proyectos, comercio, defensa, seguridad, y todo lo que fomente el entendimiento, la comprensión, y nuevos y mayores niveles de coordinación fraternal”.
A veces, para saber si se ha tomado la decisión correcta basta con ver lo que opinan tus enemigos. Y aquí tenemos un ejemplo claro, ni un día ha tardado el Departamento de Estado de Estados Unidos en mostrar su rechazo a la decisión de Nicaragua (¡como si tuvieran alguna legitimidad en las relaciones internacionales de terceros países!) y en poner en valor o intentar justificar el papel que juega Taiwán con sus socios en el hemisferio occidental y en el escenario mundial.
Pero diga lo que diga el Imperio, la realidad es incuestionable, con el presidente Xi Jinping, del Partido Comunista, China ha aumentado, en los últimos años, exponencialmente su influencia mundial y el desarrollo de su alcance en el ámbito comercial, de inversiones y de cooperación. Y esto último es importante, cooperación frente a negocio capitalista, que es el único objetivo del modelo de la economía imperialista. El acuerdo establecido entre las dos naciones de las que hablamos se basa en relaciones de “respeto mutuo a la soberanía, la no injerencia en los asuntos internos, la dignidad e integridad territorial de los Estados, su derecho al desarrollo y a contar con sistemas de seguridad social, buscando atender las inquietudes de cada uno de los Estados y persistiendo en la resolución de disputas por medios pacíficos”. Así también, el acuerdo rechaza “la amenaza o el uso de la fuerza como medio de resolución de conflictos, así como las medidas coercitivas unilaterales contrarias al derecho internacional y a la Carta de la ONU, que atenten contra la soberanía, estabilidad y autodeterminación de los pueblos”. Y muy importante, rechaza “la injerencia en los asuntos internos con el pretexto de cuestiones de minorías étnicas”. Es decir, cooperación, respeto, soberanía, libertad, dignidad… palabras que no figuran en el diccionario imperialista, o dicho de otra forma, desarrollo SÍ, pero no a cualquier precio.
Que se hayan retomado los vínculos históricos, las relaciones en todos los niveles, entre la República Popular China y la República de Nicaragua es una buena noticia para los intereses de los pueblos, que además, se corresponde con la voluntad de los mismos y es un acto de responsabilidad de los Gobiernos que dirigen Xi Jinping y el Comandante Daniel Ortega y la compañera Rosario Murillo. Tanto es así, que dentro de este marco de restablecimiento de relaciones políticas, también, se abarca las correspondientes a los partidos, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el Partido Comunista Chino y por lo tanto, de ambas Revoluciones, tal y como ha expresado la vicepresidenta nicaragüense, Rosario Murillo, que mencionó recientemente las siguientes palabras: “solo esta semana cuántos avances, cuántas victorias, ésta restitución de las relaciones entre revoluciones trascendentes como la revolución del pueblo y el Partido Comunista de China y la Revolución Sandinista y el Frente Sandinista y ahora ya los gobiernos de la República Popular China y Nicaragua, esto es histórico”.
No podemos obviar que son momentos complejos para Nicaragua, que de forma legítima y soberana decidió, el pasado 7 de noviembre, no renunciar a sus ideales socialistas y revolucionarios y que de forma contundente apoyó al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN); comicios que han desatado toda una campaña internacional de agresión mediática y política, amenazas y sanciones, por lo que este acuerdo también servirá para fortalecer relaciones internacionales basadas “en el respeto, la equidad, la justicia y la cooperación de beneficio mutuo” para formar conjuntamente “un nuevo orden internacional que sea más justo y equitativo”.
En el contexto de globalización económica, de agresión imperialista, de imposición del modelo político y social único… este restablecimiento de relaciones diplomáticas es un faro de esperanza. En unos años diremos “que bonita Navidad la de aquel 10 de diciembre”.
Ismael Sánchez Castillo
Diputado en el Parlamento de Andalucía