POR: Stephen Sefton
La crisis del genocidio sionista del pueblo palestino y la crisis política y socioeconómica en Haití ambas tienen sus orígenes en los respectivos episodios de la destructiva intervención extranjera en las primeras décadas del siglo pasado. Por supuesto, los antecedentes históricos también tienen algunos aspectos en común.
En el caso de Haití, su exitosa lucha por la independencia a inicios del Siglo 19 fue sofocada por la agresiva extorsión imperialista de Francia y el despiadado hostigamiento de los poderes imperiales en la región del Caribe, hasta la invasión y ocupación del país por Estados Unidos desde 1915 hasta 1934. En el caso de Palestina, durante cuatrocientos años fue un territorio gobernado por el imperio otomano hasta la ocupación militar británica al fin de la Primera Guerra Mundial, la cual acabó con las esperanzas de independencia de la población, en aquel entonces un 90% árabe.
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Así que en su historia contemporánea, Haití y Palestina tienen un punto de partida común hace cien años en la ocupación militar por poderes occidentales. En Haití la ocupación yanqui heredó al país una crónica inestabilidad política que terminó en la dictadura de la familia Duvalier. El fin de la ocupación británica de Palestina terminó con la imposición de un estado basado en la limpieza étnica y la supremacia racista sionista. En ambos casos los poderes occidentales justificaron su actuación inhumana con su acostumbrado cinismo hipócrita, alegando que su intención fue de promover y defender la democracia en las respectivas regiones, el Caribe en el caso de Haití y Asia Oeste en el caso de Palestina.
Por supuesto, su verdadera intención en ambos casos fue de suprimir las aspiraciones populares a la independencia soberana, lo cual ha sido la política permanente de Estados Unidos y sus aliados alrededor del mundo. Es el motivo de su interminable agresión contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, contra Irán, la República Popular Democrática de Corea, contra Siria y Yemen, de su mal concebida guerra contra la Federación Rusa y de sus constantes provocaciones en preparación para una agresión militar contra China. Mientras los países revolucionarios promueven la genuina democratización de sus sociedades, los países sumisos a los dictados imperialistas mantienen el simulacro de la hueca democracia electoral del Occidente. Hueca, porque las elecciones en los países de Norte América y Europa ofrecen solamente la falsa apariencia de una elección entre diversas opciones ideológicas.
En verdad solo se permite a las poblaciones occidentales decidir qué sabor de la unión del poder estatal con el poder corporativo capitalista prefieren, esencialmente solo pueden eligir entre un fascismo liberal y un fascismo conservador. En cambio, son las poblaciones del mundo mayoritario que de vez en cuando tienen la oportunidad de votar de manera equivocada, desde la perspectiva del Occidente. Por ejemplo, en 1998 con la elección del Comandante Eterno Hugo Chávez Frías en Venezuela, o en 2001 cuando la población de Haití votó por Fanmi Lavalas y Jean Bertrand Aristide o en 2007 cuando la población de Gaza eligió a Hamas. En todos estos casos, Estados Unidos y sus aliados no dilataron en implementar una u otra forma de intervención agresiva para lograr un gobierno con políticas a su gusto.
En el caso de Venezuela, se ejecutó el fallido intento de golpe de 2002, en Haití la elección del Presidente Aristide fue seguido por el golpe de estado de 2004 y en Gaza la elección de Hamas señaló el inicio de una serie de masacres sionistas de civiles y la intensificación del sistema de apartheid contra toda la población palestina. Por contraste, Estados Unidos y sus aliados generalmente no tienen problemas con las elecciones en países que siguen el modelo de las pseudo-democracias occidentales. Lo que sí les fastidia son los procesos de verdadera democratización impulsadas por procesos revolucionarios. Los últimos diez años han dado ejemplo tras ejemplo de cómo gobiernos de corte progresista una vez que llegan al gobierno no han podido implementar sus programas.
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Ahora en Colombia Presidente Petro enfrenta esa situación y también en gran medida el Presidente Lula da Silva en Brasil. En México, Andres Manuel López Obrador ha avanzado hasta cierto punto con la llamada cuarta transformación de su país y se espera que su proyecto político tendrá continuidad con Claudia Sheinbaun luego de las elecciones del próximo mes de junio. Porque, como se ha visto claramente en Ecuador, aun si se logra implementar gran parte de un programa progresista, sin continuidad a las políticas iniciadas es casi imposible sostenerlo, o defender sus logros. Otros claros ejemplos de la futilidad de la democracia occidental como un sistema capaz de asegurar la democratización de los países de América Latina y el Caribe han sido los gobiernos de Pedro Castillo en Perú, de Alberto Fernández en Argentina y de Gabriel Boric en Chile.
En todos estos países los gobiernos progresistas que llegan al gobierno enfrentan un poder judicial opositor, una oposición política vendepatria, policías y fuerzas armadas anti-democráticas, iglesias reaccionarias, poderosos sectores empresariales avaros y corruptos, todos respaldados y apoyados por medios de comunicación masiva sesgados y mentirosos. Para las élites gobernantes norteamericanas y europeas estos son los componentes esenciales de su variedad de democracia precisamente porque hacen imposible la verdadera democratización y garantizan la continuidad de su imponente influencia en el mundo mayoritario. La verdadera cara, los valores esenciales de la clase política occidental y sus propietarios en las élites corporativas de sus países están a la vista para todo el mundo que observa su apoyo a los terroristas en Siria, al régimen nazi en Ucrania y al genocidio sionista en Palestina.
Lo que todo esto implica para Palestina y Haití es la sistemática tergiversación de la verdadera situación política en sus países con la intención de justificar, en Palestina, el genocidio y, en Haití, la intervención armada para imponer todavía otro gobierno títere neocolonial.. Es muy relevante recordar las palabras de nuestro Comandante Daniel sobre Haití, “La primera Nación que se independizó en Nuestramérica fue Haití, ese Pueblo sufrido, heroico, martirizado… y fue Haití, por increíble que parezca, el Pueblo haitiano le dio armas y le dio Solidaridad, le brindó apoyo al Gran Libertador Simón Bolívar, para que continuara la Batalla por la Libertad de Nuestramérica. Fíjense que actitudes más diferentes, ahí los haitianos con una actitud solidaria buscando su Libertad, en cambio las Potencias, los ricos, los que andaban buscando el oro y buscando a los esclavos para explotar mejor la tierra, esos sencillamente exterminando al que no se sometía.”
Poco ha cambiado después de dos siglos. De la misma manera que los yanquis desplegaron su guerra psicológica en Nicaragua contra la lucha de nuestro General de Hombres y Mujeres Libres, calumniando a Sandino, llamándolo bandolero, en esa misma época despreciaron la lucha del patriota Charlemagne Peralte contra la ocupación yanquí de Haití. Asesinaron a Charlemagne Peralte por medio de una trampa traicionera igual que asesinaron a Sandino. Ahora las diversas fuerzas patriotas haitianas, incluso grupos armados paramilitares que antes peleaban entre sí, se han organizado para enfrentar tanto las corruptas fuerzas de seguridad al servicio de la élite haitiana como las imposiciones neocoloniales de Estados Unidos y sus aliados. La lucha armada en Haití ha logrado forzar la renuncia del usurpador Ariel Henry, impuesto por los poderes extranjeros.
Pero la guerra psicológica de los medios de comunicación, de las ONGs internacionales y de las instancias involucradas de las Naciones Unidas, no reconoce la lucha revolucionaria de las grandes masas del país. Enfocan en la difícil y compleja situación en el capital Puerto Príncipe pero ignoran las grandes movilizaciones que han habido últimamente en prácticamente todas las regiones del país, por ejemplo en Saint Marc, Gonaïves, Petit-Goâve, en Cap-Haïtien y Fort-Liberté y Ouanaminthe, en Hinche y en Jeremi. En términos regionales, la Presidenta de Honduras que tiene la presidencia pro tempore de la CELAC, Xiomara Castro, ha tenido la dignidad e independencia de reconocer la realidad cuando dijo hace poco, “La crisis actual exige una solución liderada por Haití que abarque un diálogo amplio entre la sociedad civil y los actores políticos… bajo ninguna excusa debemos permitir una acción militar que viole el Principio de No Intervención y el Respeto a la Autodeterminación de los Pueblos”.
Esta declaración reconoce de manera implícita el fracaso de las anteriores misiones de ocupación armada y repetidas elecciones amañadas organizadas por medio de las Naciones Unidas como herramienta de los poderes occidentales. En Haití, en vez de defender los derechos fundamentales de su pueblo, la ONU ha actuado al servicio de Estados Unidos y sus aliados de una manera desleal y falsa, en perjuicio a la integridad y coherencia de la vida nacional política y socio-económica del país. En el caso de Palestina, el papel de las Naciones Unidas ha sido de normalizar la ilegal ocupación israelí y facilitar una política de ocupación colonial con el fin de destruir la posibilidad de la soberanía nacional del pueblo palestino de una manera todavía más extrema que en el caso de Haití.
La movilización en Palestina de la mayoritaria población árabe para reclamar su derecho a la independencia ha sido constante durante más de cien años. La insurrección árabe entre 1936 y 1939 fue reprimido por más de 40,000 soldados británicos junto con más de 30,000 policías y milicianos judíos. Así que cuando la ONU ratificó la creación de Israel en 1948, fue el inicio de su rol como herramienta de la alianza entre los poderes occidentales y las fuerzas sionistas para subyugar y destruir el pueblo palestino. Se ve el mismo patrón ahora, cuando Estados Unidos y sus aliados activamente arman, abastecen y apoyan al régimen sionista en respuesta a la insurrección del 7 de octubre del año pasado.
Igual que en Haití, Estados Unidos y sus aliados organizan montajes para encubrir sus crímenes. El ignominioso teatro de arrojar cantidades totalmente inadecuadas de alimentos en paracaídas a la hambrienta población de Gaza es solo uno entre muchos ejemplos de la cínica mala fe de parte de Estados Unidos y sus aliados. En realidad, los poderes occidentales respaldan el bloqueo terrestre de miles de furgones con suficientes alimentos e insumos sanitarios para aliviar la catástrofe humanitaria en Gaza que enfrenta su población de más de dos millones de personas. De la misma manera, los gobiernos y medios occidentales suprimen la realidad de las masivas movilizaciones en Haití a favor de una resolución soberana de su destino nacional, libre de la intervención extranjera.
En relación a Palestina nuestro Comandante Daniel ha estado claro que “…sin las armas de los Estados Unidos, sin los barcos yanquis allí, las municiones de los Estados Unidos, sencillamente Israel no estaría cometiendo los crímenes que está cometiendo. El responsable de esos crímenes es el gobierno norteamericano y los gobiernos europeos que se han sumado a esa agresión brutal y cobarde.” Al final, las crisis en Palestina y Haití son ejemplos de lo que el Presidente Vladimir Putin en una entrevista reciente, identificó como “…el deseo de congelar el estado actual, el injusto estado de las cosas en los asuntos internacionales, es muy fuerte en las élites occidentales; están acostumbradas de llenarse el estómago de carne humana y los bolsillos de dinero desde hace siglos. Pero deben darse cuenta de que el “baile de vampiros” se está acabando”.
Esta entrada fue modificada por última vez el 18 de marzo de 2024 a las 11:20 AM