A principios de mayo, hace 77 años las tropas del Ejército Rojo hicieron su último esfuerzo para poner fin a la Segunda Guerra Mundial tomando Berlín – la capital del Tercer Reich alemán. Todo esto se hizo de forma operativa, rápida, decisiva y audaz. Quedó claro que la Victoria estaba cerca.
Cabe recordar que al comienzo de esta odiosa guerra librada por la Alemania nazi durante primeros meses de batallas la URSS estaba perdiendo el terreno frente a un enemigo bien preparado y técnicamente mejor armado, mientras los aliados estadounidenses y europeos no se apresuraban a abrir el segundo frente, esperando la caída del régimen soviético. A pesar de inmensas pérdidas humanas y económicas, nuestro país, prácticamente aislado, esforzándose al máximo, agotando todos sus recursos, no sólo expulsó a los nazis de su territorio, sino que a costa de cientos de miles de vidas de soldados soviéticos liberó a los pueblos de Europa, donde ahora es una práctica común derrumbar los monumentos dedicados a su hazaña. Como resultado el 9 de mayo de 1945, hora de Moscú (el 8 de mayo, hora de Europa Central), en Karlshorst, suburbio de Berlín, se firmó el Acta final de rendición incondicional de la Alemania nazi y sus fuerzas armadas.
¿En qué estaban pensando los máximos dirigentes de la Alemania nazi – Hitler y sus secuaces – en estos días de primavera del lejano año 1945? Sin duda, buscaban aquel error fatal que al final les llevó a la derrota. Lo evidencian las notas en sus diarios. Por ejemplo, los apuntes del Ministro de propaganda del Tercer Reich J.Goebbels nos cuentan que él estaba alarmado, inquieto y molesto, enloquecido por la debilidad y la falta de preparación del mando del Ejército y del Estado alemán frente a “un enemigo como los rusos resultaron ser”. Y en marcado contraste miraba con impotencia y envidia a las autoridades de la Unión Soviética y a su líder personalmente: «Stalin me parece más realista que los locos angloamericanos», y «Stalin tiene todos los motivos para honrar como estrellas de cine a sus mariscales, que han demostrado una extraordinaria capacidad militar».
Así llegó la comprensión tardía a los “estrategas” de Tercer Reich de cuanto habían subestimado a la Unión Soviética, Ejército Rojo y al pueblo soviético. Súbitamente descubrieron que Moscú tenía soldados y generales que Hitler no tenía. Gracias a las hazañas de los soldados soviéticos el mundo se libró del fascismo, y los pueblos de Europa pudieron vivir en paz y desarrollarse libremente durante más de siete décadas. Pero las tristes lecciones de historia no sirven a todos. Tras el golpe de Estado de 2014 en Ucrania, los países del Occidente colectivo, encabezados por los Estados Unidos, han creado ahí deliberadamente un verdadero reducto neofascista. Como resultado este país no solamente se convirtió en una amenaza para Rusia, sino también para la paz y la estabilidad de todo el continente europeo. Se convirtió en un peligro latente para el mundo entero.
En estos momentos del avance de la operación rusa de desmilitarización y desnazificación para poner fin a ocho años de guerra y genocidio en Ucrania los adversarios de la Federación de Rusia siguen subestimandola. El Occidente colectivo está desarrollando una guerra híbrida a gran escala contra nuestro país. Los recursos informativos mundiales se utilizan al máximo para desprestigiar a Rusia y fomentar la rusofobia. El régimen de Kiev está inflado con armas occidentales, los sistemas de defensa aérea estadounidenses «Patriot» están desplegados en los aeródromos polacos, a los suecos y finlandeses les están empujando a entrar en la OTAN, los senadores estadounidenses ya aprobaron un plan de “lend-lease” para Ucrania.
Las sanciones comerciales, económicas y de otro tipo sin precedentes impuestas a Rusia, tienen como objetivo destruir la economía de nuestro país, debilitar su poderío militar y crear obstáculos en la lucha contra la «plaga marrón» que vuelve a amenazar a la humanidad. Pero mientras los gobiernos occidentales esperan la quiebra de Rusia, sus países podrían resultar siendo bancarrotas ellos mismos. Las sanciones antirrusas ya tuvieron un fuerte efecto bumerán para todo el mundo y los países europeos en especial. Sus consecuencias sin duda alguna serán lamentables para todo el mundo, será un golpe doloroso a nivel global, que ya ha provocado un aumento de precios de los alimentos, combustible, fertilizantes, etc. En resumen: Vemos una clásica guerra anglosajona por manos extranjeras, cuyo objetivo es luchar con Rusia hasta el último ucraniano. Y es obvio que no les importa en absoluto la vida de los civiles ni soldados ucranianos. El Occidente está sacrificando a Ucrania y el bienestar de sus propios pueblos, que ya empiezan sufrir consequencias, para lograr sus objetivos geopolíticos.
Mientras tanto los militares rusos ejecutan de manera paulatina y ordenada los objetivos y las tareas de la operación especial, liberando al hermano país eslavo de la junta neofascista, que lo ha tomado como rehen, y limpiando el territorio ucraniano de los neonazis de todo pelaje. En el territorio de Ucrania ya han sido descubiertas las evidencias de los monstruosos crímenes de las actuales autoridades del país y de las Fuerzas de Seguridad Nacional, incluyendo las pruebas de las actividades ilegales en sus laboratorios biológicos de elaboración con el apoyo del Occidente de componentes de las armas prohibidas por los acuerdos internacionales. Todo esto indica que nuestra causa es justa, las tareas de la operación especial militar en Ucrania deberán ser cumplidas.
Estimados lectores, hoy en día, como hace 77 años, la historia se repite – los rivales de Rusia la subestiman y tratan de debilitar. Más aún, los Estados Unidos y los países europeos de hoy han simplemente traicionado la memoria de sus antepasados – cientos de miles de militares y civiles de coalición antihitleriana que sacrificaron sus vidas en la lucha contra el fascismo. Puedo asegurarles que ningún tipo de sanciones puede impedir a Rusia cumplir su histórico deber ante sus héroes de la época de la Segunda Guerra Mundial y la Gran Guerra Patria – no permitir la resurrección del fascismo derrotado en aquel glorioso año 1945 a precio de 27 millones de vidas de soldados y civiles soviéticos, inclusive ucranianos. Sencillamente, no tenemos el derecho moral de actuar de otra manera. El neofascismo debe ser erradicado en Ucrania. Que así sea. Sin duda alguna, la historia nuevamente pondrá todo en su debido lugar.
Licenciada en Filología y Comunicación egresada de la UNAN – Managua, Periodista de Multinoticias.