La sanción de seis meses aplicada a Saúl «Canelo» Álvarez por la Comisión Atlética de Nevada provoca de inmediato una reacción dicotómica, según el perfil con cual se mire.
Es una buena noticia por un lado y es una pésima noticia por el otro. Es verdad que todos queríamos verlos frente a frente a Canelo y GGG, ahora quedo la vía libre para que eso suceda en Las Vegas y el mundo boxístico de la ciudad del juego respira. Que el sábado 15 de septiembre se realice esa segunda pelea sería algo maravilloso. Para los fanáticos, para las promotoras asociadas que reinvierten sus ganancias en impulsar sus figuras en ascenso, para Las Vegas con todos sus puestos de trabajo favorecidos por todo lo que generan eventos de ese tamaño y para el boxeo en general, porque lo mantiene en la cresta de la ola.
Es excelente que todo haya sido así, «pero no debió ser así». La sanción esta vez debió ser ejemplarizante y enviar un mensaje a quienes consumen sustancias prohibidas sea consciente o inconscientemente. Sancionar sin sancionar es un aviso claro de qué para Las Vegas hay hijos y entenados. O sea que siga «la rumba».
Porque esa sanción de seis meses, «retroactiva a febrero», es una tomadura de pelo al sentido común, por más que sea un beneficio para el negocio del espectáculo.
La sanción retroactiva, con esa extraña manera de salvar el 15 de septiembre, es la principal razón para darle a esa sanción puro valor simbólico. Crearon un pésimo precedente y cometieron un error. Y si bien es verdad que a la hora de justificar cualquier otra cosa «se puede inventar cualquier cosa», las leyes de la lógica rigen todo lo que ocurre en el universo. Lo demás es fantasía y cuento de camino. Y este caso del «clembuterol de Canelo», por donde se le mire, es un largo camino lleno de cuentos que aún no sabemos hacia donde nos conduce
Fuente: ESPN
Esta entrada fue modificada por última vez el 28 de septiembre de 2022 a las 1:12 PM