Por Carlos Midence
La Nicaragua actual, es un país que tiene claro que sus procesos vitales debe vivirlos hacia adelante, apuntando hacia el futuro, no obstante, igualmente tiene plena conciencia que para comprenderlos debe ver hacia atrás, es decir, mirar en su memoria-historia.
En este orden de cosas, es importante señalar que hemos avanzado históricamente sobrellevando lo que denominamos herida colonial. Entendemos herida colonial, no sólo como un trauma que implica agresiones, imposiciones, expolios, intentos de humillarnos y frenarnos en nuestros avances, sino como un lugar político y epistémico (pensamiento-conocimiento), desde el cual nos situamos para reimpulsarnos y entendernos, tanto como Nuestroamericanos y como nicaragüenses revolucionarios, soberanos, libres y dignos.
Los nicaragüenses podemos afirmar esto con conocimiento de causa, tanto valiéndonos de los registros históricos y, de los acontecimientos actuales. Son muchos los historiadores de diversas nacionalidades (Wallace, Selser, Friedman, Pozas) quienes afirman que Nicaragua ha sido y es el país más intervenido, agredido, amenazado por los Estados Unidos, en todos los tiempos y circunstancias, aun por encima de México, pese a la cercanía de este último con el país imperial/colonial.
Hablamos de todos los niveles de violencia, fuerza o coacción en contra de nuestro país: intervención, invasión, intromisión, injerencia, agresión militar, amenaza. En Nicaragua, el imperialismo/colonialismo, ha ensayado todas las formas de arremetida, incluso, las ha transmutado, retomado de otros sitios (Filipinas) o las ha iniciado en nuestras tierras y las ha trasplantado a otras latitudes. Carlos Fonseca, a mediados del siglo XX, decía que Nicaragua había resistido “más de 450 años de agresiones extranjeras, de las cuales, más de un siglo eran agresiones yanquis”. Esta contundente reflexión, hoy, suma más de 500 años de agresiones extranjeras, de las cuales más de 150 años, han sido perpetradas, por los Estados Unidos.
Apenas ganada nuestra independencia empezamos a ser víctima de embates e intenciones constantes de control de parte de ese país. La historia registra la del filibustero William Walker, como una de las primeras, no obstante, antes de esta, ya habíamos sufrido tres, entre las que se cuenta el bombardeo a San Juan del Norte. Zona de nuestro territorio que los españoles no pudieron controlar, pero que los Estados Unidos y Gran Bretaña se lo disputaban arbitrariamente.
Las agresiones estadounidenses a Nicaragua, han tenido y tienen múltiples excusas y formas: económicas, de seguridad perimetral, por los recursos, geopolíticas, comerciales, aseguramiento de zonas de interés, freno a las influencias, aplacar el umbral de autonomía del país o hasta superar, mediante la agresión, el llamado “síndrome de Vietnam”, esta última también fue el motivo real en la invasión a Grenada (H. Bruce Franklin). Ha ensayado todos los subterfugios, pero no es posible comentarlos todos.
Hay otro elemento significativo, del cual es importante hablar, primordialmente con el interés de comprender, no sólo el marco histórico, sino el momento actual que vive nuestro país. Preguntémonos: ¿cuál ha sido el comportamiento a lo largo de la historia de las denominadas “elites, oligarquías, castas divinas” e incluso de determinados grupos de agentes políticos en Nicaragua con relación a estas acciones interventoras ejecutadas por el imperialismo/colonialismo?
Revisada la historiografía sabemos que no sólo han sido complaciente, sino defensoras, promotoras y reproductoras de los esquemas que el imperialismo/colonialismo ha querido imponer. Después de la independencia, estas elites, o lo que Pierre Bordieu, llama “distinguidos” que, en Nicaragua van de los Chamorro, Díaz, Sacasa, Cuadra, entre otros que se les mimetizan, han rogado, consentido o celebrado, las intervenciones extranjeras, específicamente cuando han considerado que no pueden disputar el poder democráticamente y mediante los mecanismos institucionales.
Constantemente han invocado la intervención, invasión o la injerencia en nuestros procesos políticos, sociales y económicos, los cuales se deben dirimir por medio de nuestro propio marco normativo. Lo hacen aduciendo desvergonzadas y falsarias excusas, tratando de ocultar con ello, que, en realidad, este ha sido su modo de obrar. Esto les fue inoculado desde sus orígenes. Nos referimos a:
- Sentirse dependientes del influjo de los llamados centros de poder.
- Desarrollar insuficiencia crónica para resolver y gestionar las contradicciones internas mediante modelos propios, lo cual es muestra del dominio ejercido por un modo colonialista, del cual se han considerado herederos.
- Ese colonialismo o herida colonial originó en estas elites una mentalidad que les hace concebir que lo foráneo es mejor que lo local.
Ahora bien, tanto para estas “castas divinas”, así como para determinados agentes, esto ha sido una recurrencia nefasta: cada vez que no son capaces de la disputa o el debate político interno, suplican la intromisión de quien se ha erigido juez y policía del mundo, causando con ello, daños irreparables, tanto en términos humanos, económicos, sociales, ocasionando además, una regresión incalculable que ha limitado los avances políticos y autonómicos del país, hasta volverlo dependiente de los designios establecidos por la matriz de poder imperial/colonial.
Ya decíamos que este ha sido un ignominioso y reiterado modo de actuar de estos grupos que, actualmente se extiende, a otros agentes. Lo han hecho asiduamente sin control, sin miramientos y sin consecuencias para ellos en diversas épocas, mientras el pueblo siempre ha sufrido las secuelas de estas injerencias.
Es aquí, al presente, donde la Ley de Defensa de los Derechos del Pueblo a la Independencia, la Soberanía y Autodeterminación para la Paz, (1055) cumple su función. Esta ley, es el límite, el freno a estas actitudes apátridas, patricidas y bochornosas de quienes solicitan intromisión en los asuntos internos del país y que, con esta actitud, no solo ponen en riesgo la estabilidad, sino que, demeritan la Democracia, la institucionalidad y la constitución que nos hemos dado los nicaragüenses, cayendo de esta manera, en un vergonzante extranjerismo que relega lo propio.
La función que cumple esta Ley es la de asegurar la soberanía del país, fortalecer la condición del Estado-Nación, hacer prevalecer nuestro marco jurídico-constitucional, mediante el cual debemos movemos como sociedad y que establece nuestros marcos de convivencia de forma garantista.
Lo irónico del asunto en cuanto a la campaña que se ha emprendido en contra de nuestro país, debido a la aplicación de esta Ley del Estado, que ha permitido desmontar la estructura de financiamiento del golpismo, de quienes intentaron deponer por la vía de la violencia y el derramamiento de sangre al gobierno legítimo de Nicaragua, es que los propios Estados Unidos, tiene y aplica leyes en contra de sus ciudadanos cuando se han opuesto a participar en guerras de intervención, agresión a otros pueblos. Es decir, mientras Nicaragua aplica leyes para frenar a sujetos o grupos que solicitan agresiones en contra del pueblo, los Estados Unidos aplican leyes para obligar a sus ciudadanos a que participen forzosamente en intervenciones militares en contra de pueblos indefensos. Así funciona la mal llamada democracia más antigua del mundo, la que nos han querido imponer a cañonazos.
Asimismo, es importante señalar la existencia de este tipo de leyes, en múltiples países, las que castigan delitos de la naturaleza por los que una serie de personajes están siendo investigados por el Ministerio Público, que tiene como rol la Defensa de los Derechos e intereses comunes y contribuir con ello a la Paz y la Convivencia armoniosa entre los nicaragüenses. Veamos: el Código Jurídico de los Estados Unidos contiene castigos relacionados con los delitos de traición, promoción indebida de la traición, rebelión o insurrección, conspiración sediciosa, promoción del derrocamiento del gobierno, registro de organizaciones extranjeras, actividades que afectan a las fuerzas armadas durante la guerra y reclutamiento para el servicio contra los Estados Unidos, todo aquel que es sujeto a este código es procesados y pueden conllevar penas que van desde la prisión, multas y la prohibición de postularse para un cargo de elección popular.
Llegados a este punto, tal como establecimos al inicio, Nicaragua actualmente desarrolla sus procesos viendo hacia el futuro, pero nutriéndose para reflexionar de las experiencias pasadas. Esto permite observar el comportamiento de quienes siempre han atentado en contra de nuestra soberanía, hasta en nuestro himno nacional. Estos sujetos, elites, “grupos dominantes”, jamás han tenido reparo en cuanto a defender sus intereses, aunque esto implique triturar o pasar por encima de la patria y, al mismo tiempo, negar u ocultar sus deshonrosos hechos. Decimos esto porque Salomón Ibarra Mayorga, autor de la letra del himno nacional, relata un pasaje que resume con toda crudeza lo que afirmamos.
El Poeta Ibarra Mayorga, certifica que, durante el gobierno de Emiliano Chamorro (¿casualidad?) cuando se echó a andar un concurso público para escoger la letra de un nuevo himno nacional, en las bases, se establecía como la premisa más importante: “atenuar lo que podía ser considerado anti-imperialismo en un momento en que el país estaba intervenido por los Estados Unidos, frente a la intervención que ahogaba nuestros derechos no podíamos exclamar sin ser traidores, se prohibía cualquier referencia a la situación política del país”, indica Ibarra Mayorga.
Asunto más lacerante y vejatorio no puede haber en la historia de nuestro país. Acciones serviles, entreguistas que hasta permitían declarar traidor a quien se oponía al inter-vencionismo estadounidense, mayor ignominia es imposible encontrar. Humillación como estas y las más de 25 ocasiones que estos grupos han consentido, invocado, rogado la injerencia e intervención extranjera en nuestro país, paralizando con ello la posibilidad de madurar como sociedad, ponen de manifiesto la obligación moral, por decoro del pueblo de Nicaragua, al que siempre han sacrificado esto sujetos, que se aplique la legislación que corta de raíz un mal tan deshonroso. Parafraseado a Piero, Sandino nos enseñó que la Patria no se entrega.
* Embajador de Nicaragua en España, Militante Sandinista, Premio Internacional de Pensamiento y Ensayo Sial Pigmalión, Premio Internacional de Pensamiento y Ensayo Aristóteles.
Licenciada en Filología y Comunicación egresada de la UNAN – Managua, Periodista de Multinoticias.