Stephen Sefton. Al fin de este mes la Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños tendrá lugar en Buenos Aires bajo la presidencia pro tempore de Argentina.
La semana pasada el presidente Lula da Silva anunció que Brasil volverá a participar en la CELAC después de haber salido a esa organización durante la presidencia de Jair Bolsanaro. Es un momento oportuno para volver a repasar el tema de la integración y la unión regional en América Latina y el Caribe.
La historia de las iniciativas hacia la integración y la unión regional en América Latina es larga y compleja. Demuestra las oportunidades y problemas presentados por las diversas experiencias de cooperación y convergencia que se han ensayado. Desde la época de Simón Bolívar y Francisco Morazán, los conflictos ideológicos, la guerra de clases a nivel nacional, las disputas bilaterales y la intervención de los poderes imperialistas han impedido la unión continental contemplado por Bolívar, por Sandino y por sus herederos revolucionarios de nuestros tiempos.
Sin embargo se han dado unos ensayos positivos hacia la integración que demuestran los beneficios de la colaboración de los países y pueblos de la región en los distintos ámbitos. Después de 1945, el modelo que ha predominado en el imaginario del tema de la integración regional ha sido el de la Unión Europea. Conforme con ese modelo, los procesos de integración inician con ensayos de libre comercio y harmonización aduanera, y desarrollan por la vía de un mercado común, la convergencia económica y la unión política con instituciones supranacionales, un solo Banco Central y una moneda común.
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Del punto de vista revolucionaria, la integración europea ha sido un proceso viciado por el dominio de los intereses corporativas y la ausencia de mecanismos para asegurar una rendición de cuentas democrática. Aun desde una perspectiva económica convencional, la imposición de un Banco Central que rige las normas financieras entre países con estructuras económicas muy diferentes se ve ahora como un error fundamental. En América Latina y el Caribe, desde 1948 las iniciativas hacia la integración se han desarrollado bajo la tiranía del dólar y las instituciones neocoloniales dominado por los Estados Unidos, especialmente la Organización de Estados Americanos.
Sin embargo, han habido muchas organizaciones formados durante el siglo pasado con la idea de promover mayor integración regional. La Asociación Latinoamericano de Libre Comercio que se fundó en 1960, cambió su nombre en 1980 a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) dedicada a la promoción y regulación del comercio recíproco, la complementación económica y la ampliación de los mercados. En el mismo año de la fundación de lo que ahora es ALADI, se inició el Mercado Común Centroamericano y en 1969, el Pacto Andino. La Comunidad Caribeña (CARICOM) se fundó en 1973 y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) fue establecido en 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
En 1993 el Mercado Común Centroamericano se asimiló al marco del Sistema de Integración Centroamericano. La Asociación de Estados del Caribe se fundó en 1994 como complemento a CARICOM. En 1996 el Pacto Andino cambió a la Comunidad Andina de Naciones. Todas estas organizaciones han tenido sus subibajas institucionales, pero cada iniciativa ha ido generando efectos legales que han desarrollado la jurisprudencia relevante para promover la integración y la unión regional. Vale la pena recordar que la Corte de Justicia Centroamericano establecido en 1907, que fue disuelto en 1918, fue la primera corte de justicia internacional con jurisdicción supranacional.
Estas iniciativas hacia la integración regional han tenido importantes efectos en su aspecto financiero. Por ejemplo, el Banco Centroamericano para la Integración Económica (BCIE) se fundó en 1960, el mismo año que el Mercado Común Centroamericano. La Comunidad Andina de Naciones impulsó el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) que apoya la estabilidad de balanza de pagos y promueve la armonización de políticas financieras de sus países miembros. La Corporación Andina de Fomento se fundón en 1970 para promover proyectos de desarrollo social y económico. La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) promueve la planificación y desarrollo de proyectos de infraestructura. Con el mismo fin, en 1974 se fundó el Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (FONPLATA).
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Este resumen del desarrollo hasta el Siglo 21 de las iniciativas regionales dedicado a promover de una forma u otra la integración y desarrollo económico regional es lejos de ser completo. Pero aun así, se plantea una pregunta obvia, la cuál tiene una respuesta igual de evidente. ¿Por qué con esta proliferación de mecanismos institucionales sigue siendo América Latina y el Caribe la región con más desigualdad socioeconómica del mundo con altísimas niveles de la pobreza y extrema pobreza? Evidentemente porque el sistema capitalista no responde a los intereses socio-económicas y ambientales de las mayorías empobrecidas sino a los intereses de las oligarquías nacionales y las élites internacionales.
Fue hasta 2004 con la fundación por nuestros Comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez de lo que ahora es la Alianza Bolivariana de las Américas y luego en 2005 de Petrocaribe que fue posible impulsar iniciativas revolucionarias capaces de romper la camisa de fuerza de las estructuras del capitalismo. En 2008 se fundaron el Banco del Alba y la Union de Naciones Suramericanos (UNASUR). En 2009 se estableció en Banco del Sur y en 2011 se logró formar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). En adición a la promoción del desarrollo económico ambas UNASUR y CELAC se formaron explícitamente para fortalecer la integración política, social y cultural de la región.
Para Estados Unidos y sus aliados ha sido un imperativo hacer todo lo posible para destruir estas instituciones porque demuestran que frente a las grandes necesidades económicas y debilidades sociales de la región, el modelo de desarrollo capitalista es un completo fracaso y la OEA es una irrelevante institución zombi. Gracias al ALBA, en un tiempo muy corto, en Bolivia, Nicaragua y Venezuela se acabó con la analfabetismo lo cual con décadas del falso desarrollo capitalista nunca se logró eliminar. Millones de personas en a región recibieron tratamiento oftalmológico gracias a la Misión Milagro del ALBA que jamás habrían recibido de otra manera. En los países participantes del ALBA y Petrocaribe en pocos años se impulsaron innumerables proyectos de desarrollo social y económico.
Precisamente por motivo del éxito del ALBA y Petrocaribe, ha sido un imperativo de Estados Unidos y sus gobiernos aliados, por ejemplo del ahora difunto Grupo de Lima, destruir a Venezuela, atacar a Nicaragua y Bolivia como hicieron en 2018 y 2019 y profundizar el asedio genocida contra Cuba. Desde 2011 con la formación de la Alianza Pacífica por los gobierno derechistas de aquel entonces de Chile, Peru. Colombia y México se ha ido formulando la respuesta neocolonial a la institucionalidad regional independiente. Llegó a su colmo en 2018 con la efectiva destrucción de la UNASUR por el retiro de la mayoría de sus estados miembros con gobiernos de derecha y la fundación el año siguiente por esos mismos gobiernos de PROSUR basado en los principios del neoliberalismo.
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Este narrativo refleja la histórica sabotaje de la unidad regional por motivo de la colaboración de las respectivas avaras élites racistas nacionales con las políticas geo-estratégicas de Estados Unidos. Frente a esta repetitiva incoherencia política resultado de los vaivenes electorales de la última década, en 2021 los movimientos populares e indígenas promovieron la inciativa Runasur como una unión de los pueblos suramericanos basado en una visión plurinacional, anticapitalista, antipatriarcal y antiimperialista. En noviembre del año pasado se celebró su Asamblea Plurinacional Constitutiva. Runasur ofrece una visión con una significante base popular como apoyo a la consolidación de políticas para un desarrollo regional genuinamente democrática, coherente y sostenible. Organizaciones populares con la misma visión que Runasur son activas en prácticamente toda América Latina y el Caribe
En la Cumbre de la CELAC ahora en enero, entre los temas de importancia inmediata seguramente estarán las probables secuelas de la recesión económica en desarrollo en Estados Unidos, la solidaridad con Cuba, apoyo al restablecimiento de las relaciones entre Colombia a Venezuela, inquietudes sobre el fracaso institucional en Perú y satisfacción con la reconstrucción por venir en Brasil. Pero el factor principal determinante en relación al futuro de la integración regional en América Latina y el Caribe es el declive del poder e influencia norteamericano frente al aumento de la inversión y comercio de la República Popular China. Como explicaron los Presidentes Vladimir Putin y XI Jinping en su conversación de fin de año el mes pasado, estamos entrando en una Nueva Era de relaciones internacionales.
Sera una era de posibilidades para la integración continental tan anhelada por Bolívar y Sandino quien escribió en 1929 en su Plan de la Realización del Superemo Sueño de Bolívar, palabras que siguen vigentes en este momento: “Variadas y diversas son las teorías para lograr, ya sea un acercamiento, ya una alianza, o ya una Federación, que comprendiendo a las veintiún fracciones de nuestra América integren una sola Nacionalidad. Pero nunca como hoy se había hecho tan imperativa y necesaria esa unificación unánimemente anhelada por el pueblo latinoamericano, ni se habían presentado las urgencias, tanto como las facilidades que actualmente existen para tan alto fin históricamente prescrito como obra máxima a realizar por los ciudadanos de la América Latina.”
Esta entrada fue modificada por última vez el 8 de enero de 2023 a las 6:22 PM