Por, Stalin Vladímir.
Vicky Dávila es una periodista de larga trayectoria. Bueno, mejor la llamaremos como se refiere a las personas de avanzada edad en su país… «Cucha». Actualmente, es la directora de la Revista Semana, en Colombia. Su modus operandi es mentir por omisión para establecer su narrativa.
Es evidente que detrás de la posible candidatura presidencial de Vicky Dávila está el Grupo Gilinski, y no sería sorprendente que ese afán de obtener más poder haya influido en la compra de la revista Semana. En otras palabras, los oligarcas del Grupo Gilinski, además de tener el poder económico en la insufrible Colombia, ahora buscan el poder político, y para ello están utilizando a su empleada, la «peliteñida» Vicky Dávila.
Ante la torpeza y la ingobernabilidad de Gustavo Petro, los millonarios dueños de la Revista Semana, medio de gran influencia en ese país, vieron una oportunidad y animaron a dichos empresarios a darle carta blanca a su empleada. Esta, ahora, aparece en calidad de oradora en cualquier evento público que se le ocurra, como si fuera una funcionaria de las altas esferas del poder… sin serlo todavía. Se ha vuelto protagonista hasta en los titulares de la propia revista que dirige, y desde el momento en que Vicky anunció que recorrería prácticamente todo el país, se lanzó a una descarada y prematura campaña electoral.
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Vicky Dávila no es una periodista de gran relevancia en el periodismo colombiano, pero se vuelve protagonista cuando los empresarios millonarios del Grupo Gilinski la blindan y la preparan mediáticamente para hacerla presidenciable. El pecado de Vicky Dávila no es tener aspiraciones presidenciales, sino haber transgredido los principios de un oficio noble por naturaleza como es el periodismo.
Vicky Dávila, cuando se pavonea ante las cámaras de la Revista Semana, quiere hacer creer a los colombianos y al mundo que sus rabietas son palabra de Dios. Es uno de los tantos personajes mediáticos que andan más perdidos que un perro en procesión, pues según ella, vivimos en una supuesta dictadura.
Ante tal blasfemia, me veo en la obligación de hacer uso de la libertad de prensa y de expresión que nuestro buen Gobierno Sandinista garantiza, y aclararle a esta vieja sirvienta de la oligarquía que los nicaragüenses tenemos el mejor gobierno. La paz que vivimos se traduce en progreso, bienestar, trabajo, estabilidad y, sobre todo, seguridad, algo de lo que carecen los «ñateros» consumidores de polvo blanco, en su mayoría, en ese país colombiano.
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Vicky Dávila ya tiene hartos a los colombianos con su excesivo y empalagoso culto a su personalidad. Personalmente, creo que Vicky Dávila no tiene lo necesario para jugar en la política y, a sus 52 años, debería estar tranquila, viendo en su casa con sus nietos la nueva versión de Pedro el Escamoso y Betty la Fea, porque presentar noticias y dirigir una nación no son la misma cosa.
En consecuencia, las preguntas finales son obvias: ¿Está Colombia preparada para que la gobierne una mujer? Y, si esta desgracia le sucediera a los colombianos, deben tener claro que no sería Vicky quien dirigiría los destinos de ese país, sino la «MIASMA» oligárquica que habría puesto, de una vez y por todas, sus botas sucias sobre ese pueblo.
Esta entrada fue modificada por última vez el 27 de septiembre de 2024 a las 3:53 PM
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