Nicaragua, este país metáfora de lo tan violentamente dulce como la describió el fallecido escritor argentino Julio Cortázar, se ha convertido en un objeto de presión abierta por parte de los Estados Unidos y sus aliados regionales coordinados por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) Luis Almagro, que intentan dictar su voluntad al pueblo nicaragüense.
Como suele suceder en forma crónica, por parte de las administraciones estadounidenses, Washington y sus grupos de poder establecen una presión constante a través de una política de sanciones, bajo el supuesto que el gobierno de Nicaragua representa un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. ¿Cómo puede un país de 130 mil kilómetros cuadrados, 6.6 millones de habitantes, con un PIB que lo ubica en el lugar 140 del mundo, contra una superpotencia militar, demográfica y económica ser un peligro para la seguridad de una potencia con 330 millones de habitantes, con un PIB que no lo tendría Nicaragua ni en tres vidas y que constituye la principal potencia militar del mundo?
Esto es simplemente la utilización de una política hostil, apoyado por los medios de información, que más bien desinforman y manipulan, presentando a Nicaragua como un país no democrático, que acusa al gobierno de Daniel Ortega de todos los males imaginables pero callan obsequiosamente, frente a los socios de Estados Unidos y que podrían estar en la lista de gobiernos fuera de las mínimas normas democráticas como Colombia, Honduras, Guatemala, Israel, Egipto, monarquías como Marruecos, Arabia saudí, Bahrein y Emiratos árabes. Todos ellos violadores compulsivos de los derechos humanos pero que son aliados de Washington y frente a ello, el silencio es evidente.
A seis meses de las elecciones presidenciales en el país centroamericano, la política de presión contra esta nación es parte de la estrategia de los Estados Unidos para concretar un golpe suave, como suele hacerlo contra los gobiernos que le incomodan en su afán de generar una política hegemónica sin contrapeso. Y para ello no cabe duda que ha tenido en cuenta el aparente “éxito” obtenido en el Golpe de Estado contra Evo Morales, en Bolivia en el mes de noviembre del año 2019 y que se está poniendo en práctica contra Daniel Ortega en base al uso de sanciones encabezadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y los incondicionales de la Unión Europea. Ello, con la clásica receta desestabilizadora, que mezcla la presión política, económica y la labor de los medios de comunicación, el apoyo a Organizaciones No Gubernamentales con fondos proporcionados por instituciones estadounidenses como la USAID, la labor de zapa de la entreguista derecha nicaragüense, la labor de los servicios de inteligencia norteamericanos y el trabajo desestabilizador de la OEA y el debilitado pero siempre peligroso Grupo de Lima.
El Departamento de Estado norteamericano, está difundiendo información deliberadamente falsa sobre la situación en Nicaragua, atrayendo en ello en forma cada día más evidente a la Organización de Estados Americanos (OEA) controlada por Washington para intervenir abiertamente en lo que Washington considera “sus problemas” al sur del Rio Grande. Hasta hace unos pocos meses, el gobierno del ex presidente Donald Trump y en un curso similar llevado a cabo por la actual administración demócrata de Joe Biden, la Casa Blanca acusa sin fundamento a Daniel Ortega de retrasar un diálogo nacional interno con sus opositores políticos y oponerse cualquiera de sus “propuestas constructivas” para llevar a la república nicaragüense a la llamada vía democrática del desarrollo.
No cabe duda que el gobierno de Ortega tiene una difícil labor: generar un amplio diálogo nacional respecto a proyectos y acciones que afectan a la población y que el gobierno inteligentemente debe atraer el apoyo social: la construcción del canal interoceánico por una empresa china. Aminorar los costos sociales y ambientales de la actividad extractiva, en particular minera, que casi ha duplicado la superficie concedida. Generar una política de cuidado respecto a los monocultivos y la actividad ganadera que dejan réditos económicos pero que afectan a las comunidades. Y finalmente atacar con fuerza todo atisbo y realidad de corrupción exigido por la sociedad y que suele carcomer los apoyos de la población (1)
Washington presiona constantemente a través de la OEA, para reabrir la cuestión de la aplicación de las disposiciones de la Carta Democrática Interamericana, que puede significar la suspensión de Nicaragua de su participación en esta organización regional. Al mismo tiempo el Secretario General de la OEA Luis Almagro no considera que tal paso sea una interferencia en los asuntos internos de Nicaragua, simplemente es parte del guión golpista. Para esta labor se está utilizando, igualmente, la labor golpista del embajador estadounidense en Managua, Kevin Sullivan, convertido en activista a tiempo completo.
Ortega ante esta labor de Sullivan denunció, en el aniversario 126 del nacimiento del héroe nacional Augusto César Sandino la intromisión del diplomático estadounidense (2) “no se meta, como se anda metiendo, postulando candidatos, presionando a partidos políticos para que acepten el candidato que quiere el yanqui. La advertencia no es sólo contra Sullivan, sino también para otros embajadores que viven haciendo reuniones en sus embajadas con grupos políticos, que les gusta meterse por todos lados y querer decidir por los de casa; el embajador Yanqui ahí anda de arriba para abajo vendiendo a sus candidatos, como que él fuera nicaragüense”.
De hecho toda esta histeria alrededor de Nicaragua atestigua el fracaso inmediato de política de los Estados Unidos en América Latina así como la incapacidad de sus aliados continentales, para encarnar las ideas criminales de Washington para la creación de un aislamiento regional del gobierno de Daniel Ortega. Washington, se enfrenta a un fracaso ya de quince años intentando derrocar al frente sandinista, a pesar de los problemas económicos, disidencias, presiones, sanciones, actividades desestabilizadoras, demonización de Ortega, acusaciones de nepotismo y autoritarismo que se usan en este caso y se callan con los incondicionales de Washington. Una política golpista que cuenta con el rechazo de aquellos países donde la soberanía es un escudo permanente frente a los afanes de dominio de Washington y el servicio de sus aliados. Gobiernos que se solidarizan con Daniel Ortega y el pueblo de Nicaragua, condenado enérgicamente cualquier forma de injerencia extranjera, presiones y sanciones contra un estado soberano.
Tal es el caso del Foro de Sao Paulo que ha denunciado el ilegal bloqueo impuesto a naciones como Cuba, Nicaragua y Venezuela, que constituyen en una vulneración al Derecho Internacional. El pasado 4 de mayo este Foro regional informó desde su cuenta oficial que inicia la Campaña Bloqueo no, solidaridad sí – Nuestra América de por vida, hasta el 23 de junio, fecha de la votación en la Asamblea General de las Naciones Unidas de la resolución en condena del bloqueo económico, financiero y comercial en contra de las naciones latinoamericanas y caribeñas (3)
El llamado es a respetar la soberanía de los pueblos, no interferir en sus asuntos internos si ello es la muestra evidente de las ambiciones del imperialismo. El gobierno y el pueblo de Nicaragua pueden encontrar de forma independiente la solución pacífica a sus dificultades que han surgido en aras de garantizar el desarrollo socioeconómico sostenible de la sociedad, respetando las normas y principios constitucionales, con el respeto de los derechos humanos y las libertades civiles pero el combate sin cuartel contra el golpismo. Para ello también el gobierno de Ortega debe profundizar en reformas sociales que permitan satisfacer las necesidades sociales y ello implica transitar por una vía que no sea sólo mantener un modelo que en otros países de nuestra América han demostrado sus falencias.